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lunes, 17 de octubre de 2011

ADIÓS AL MAESTRO MIGUEL ANGEL GRANADOS CHAPA


Distrito Federal— Dos días después de haberse despedido de sus lectores, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa falleció.

Alrededor de las 17:45 horas, el autor de la columna “Plaza Pública” murió en la Ciudad de México, a la edad de 70 años de edad.

El periodista dejó instrucciones para que sus exequias se llevaran a cabo de manera íntima, en presencia únicamente de sus familiares. El analista político padecía cáncer desde 2007 y los últimos meses la enfermedad había mermado su salud.

El pasado viernes 14 de octubre, Granados Chapa anunció el fin de “Plaza Pública”, columna que escribió a lo largo 34 años en distintos periódicos nacionales, los últimos 18 años fue en las páginas de Grupo Reforma.

“Ésta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”, escribió.

Granados Chapa nació en Mineral del Monte, Hidalgo, el 10 de marzo de 1941.

En 1960 migró a la Ciudad de México para cursar de forma simultánea las carreras de Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su ejercicio periodístico comenzó en 1964, en el semanario Crucero, y no paró durante los 47 años siguientes.

Dotado del “don de la memoria de la información”, como declaró en una entrevista en 2008, Granados Chapa se definió como un periodista premoderno alejado de las tecnologías de Internet.

En su carrera recibió múltiples premios y reconocimientos. Tres veces fue ganador del Premio Nacional de Periodismo: en 1981, por artículo de fondo; en 2004 por trayectoria periodística; y 2006 por su columna.

En 2008, el Senado de la República le otorgó el Belisario Domínguez y un año después la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Cemex-FNPI le rindió un homenaje.

La Universidad Autónoma Metropolitana le otorgó en 2009 el Doctorado Honoris Causa por su trayectoria académica y periodística.

El pasado viernes 14, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García le concedió el Premio Nacional de Periodismo, y anunció que la ceremonia de condecoración se realizaría el jueves próximo.

Miguel Ángel Granados Chapa formó parte del equipo que salió de Excélsior en 1976 para fundar el semanario Proceso.

Dirigió el Canal Once de televisión en 1977. Un año después se hizo cargo de la dirección de Radio Educación. Y en 1988 fungió como subdirector del periódico La Jornada.

Defensor de la democracia y la participación ciudadana, Granados Chapa se desempeñó como consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral de 1994 a 1996 y en 1999 compitió por la gubernatura de Hidalgo en una coalición encabezada por el PRD.

En 2007, al cumplirse los primeros 30 años de la columna “Plaza Pública”, Granados Chapa comentó acerca de las felicitaciones que le habían hecho llegar los lectores.

En su despedida, el viernes, Granados Chapa fue optimista sobre el futuro de México: “Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete”.


viernes, 14 de octubre de 2011

SE DESPIDE EL PERIODISTA GRANADOS CHAPA


De coalición a coalición

Miguel Ángel Granados Chapa

Es preciso eliminar la confusión posible entre una coalición electoral, figura jurídica ya existente en nuestro derecho, y la propuesta en curso de integrar gobiernos de coalición. Ambas, por supuesto, demandan la integración de voluntades partidarias. Pero su propósito es diferente. En la alianza electoral se trata de triunfar en comicios, y si bien suele pactarse un programa de gobierno, de que se le incumpla no necesariamente se siguen consecuencias para la gobernabilidad. Es conveniente hablar de esa primera significación, porque aunque sean pocos y luzcan trasnochados, aun hay quienes hablan de la unión de PAN y el PRD para evitar la victoria priísta el año próximo. Pero no es tal coalición de la que hablamos ahora, sino de una reforma constitucional iniciada por el senador Manlio Fabio Beltrones para introducir el gobierno de coalición, que puede configurarse aun entre partidos que hayan contendido abiertamente en las elecciones previas.

El fin principal de esta innovación es garantizar los acuerdos entre partidos conforme a programas y responsabilidades compartidos. También se procura evitar los intentos casuísticos de consenso, que se cumplen parcialmente y por lo mismo suelen fracasar, amén de generar entre las partes incriminaciones. Acuerdos a medias, o desacuerdos francos dejan un poso de resentimiento entre los ciudadanos, una sensación de que la democracia práctica, la que conduce a resultados, es imposible.

No son esas necesariamente las bases de que parte la iniciativa de Beltrones, pero sí sus consecuencias. Nadie es tan ingenuo para ignorar que el dirigente senatorial camina en dos sendas cuya meta es la Presidencia de la República. Lo hace con andar acompasado. Presentó el 14 de septiembre el proyecto de reforma constitucional de que hablamos y lo ha ido rodeando de apoyos, procedentes de partidos y personas entre los cuales la iniciativa se aprecia en sus propios méritos. Consiguió el apoyo de los líderes de las fracciones a las que, como presidente de la Junta de Coordinación Política o de la Mesa Directiva del Senado ha encabezado por más de cuatro años. Es menos afortunada la suerte de su proyecto en la Cámara de Diputados, donde proliferan los partidarios de Enrique Peña Nieto, capaces de ver sólo pasos de Beltrones hacia la candidatura presidencial y no el empuje de un dirigente legislativo que, amén de su destino personal, se halla en la ocasión de echar adelante reformas estructurales que favorezcan el desarrollo y la democracia.

Con suertes distintas, Beltrones ha impulsado reformas constitucionales de enorme alcance o que quedaron como meras trochas que hay que despejar para transitar sobre ellas. La reforma constitucional en materia electoral transformó a profundidad el sistema de medios de comunicación en esa materia. Si bien sus habilidades políticas y un adecuado ejercicio de la oportunidad le evitaron pagar el alto costo de un conjunto de medidas que aún lastiman a profundidad a los concesionarios de radio y televisión, lo cierto es que tuvo el valor y la audacia para hacer saber a los dueños de esos poderes fácticos que es posible enfrentar desde los poderes institucionales que no son, como algunos miembros de la CIRT suponen, propiedad particular suya, sino bienes de la nación.

Pretendió también Beltrones, esta vez sin resultado alguno, una reforma hacendaria que abarque todos los recursos del Estado, y ejerza la autoridad del Estado sobre los ingresos y el gasto público. En este caso pudo más el coyunturalismo preelectoral y la propuesta se atoró en los lodazales del interés partidario interno del PRI (como ha ocurrido con la reelección de legisladores) y con ello se evitó la libre conjunción de intereses partidarios y los de parcelas extensas de ciudadanos.

Tras el avance parlamentario de su iniciativa, Beltrones ha conseguido el apoyo de un grupo relevante de la sociedad civil, que la resumieron y ofrecieron sustento relevante en un texto titulado “Democracia constitucional”. Son cuarenta y seis los firmantes y es imposible darles aquí espacio a todos sus nombres. Incluyen militantes políticos (sólo unos cuantos del PRI) en receso o activos, creadores artísticos, intelectuales, investigadores, etcétera. Es posible que ninguno de ellos (salvo los senadores Pedro Joaquín y Francisco Labastida) voten por Beltrones en la elección interna o constitucional, porque es remoto el progreso del exgobernador de Sonora en esa ruta. Pero con su iniciativa buscan impulsar esa posibilidad y contribuir a mitigar las lastimosas condiciones de vida de nuestro país.

Casi nadie entre los firmantes, y por supuesto entre los mexicanos todos, pueden negar la terrible situación en que nos hayamos envueltos: la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficiarios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social. Todos esos factores, y otros que omito involuntariamente pero que actúan en conjunto, forman un cambalache como esa masa maloliente a la que cantó Enrique Santos Discépolo en la Argentina de 1945.

Con todo, pudo cantarle. Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete.

Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós.

miguelangel@granadoschapa.com