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lunes, 4 de octubre de 2010
ELOGIO DE LA MALDAD
JAIME BAYLY
Me pregunto si la mayoría de los individuos son básicamente estúpidos o malvados.
Examino las relaciones que he tenido con un número de personas a lo largo de los años y el asunto me deja dubitativo.
Prefiero estudiar los casos que mejor conozco: mis parientes, mis amantes, mis amigos, mis enemigos, mis colegas, mis jefes, mis subordinados, aquellas personas a las que he tratado con suficiente regularidad para responder la cuestión.
Mi experiencia en el mundo de los humanos (una experiencia limitada, dado mi carácter egoísta, mis hábitos ermitaños y mi tendencia natural a que mis relaciones con otros humanos estén basadas en mi interés y no en ningún espíritu altruista) parecería informarme de que, por el momento, lo que he aprendido de los mamíferos humanos es que son más los estúpidos que los malvados.
El estúpido, cuanto más estúpido es, más bueno y virtuoso se cree, más noble e inteligente se siente. Este es un rasgo esencial del estúpido: que no se conoce a sí mismo y desconoce sus limitaciones y la impresión que tiene de sí mismo es una completamente falsa.
Lo que nos lleva a otra cuestión no menos importante: ¿quiénes son más peligrosos: los estúpidos o los malvados?
En términos generales, parecería que los malvados tienen más capacidad de hacer daño que los estúpidos, puesto que debiéramos presumir que para hacer daño hay que tener poder y para alcanzar poder es preciso ser inteligente y muy raramente los estúpidos tienen poder.
Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, mi experiencia me ha enseñado que los que más daño me han hecho en casi medio siglo de existencia o supervivencia no son los malvados que he conocido sino los estúpidos a los que he tratado. Me atrevo entonces a afirmar que, en lo que mí respecta, más peligroso resulta un estúpido que un malvado.
En mi caso, tiendo a reconocer a los malvados con cierta facilidad y eso me permite ponerme a la defensiva frente a ellos o pactar con ellos o predecir su conducta y por tanto neutralizarla. Dicho de otro modo, los malvados son menos peligrosos porque, como sabes que son malvados, te mantienes alerta y encuentras la manera de explicar su comportamiento y en consecuencia puedes saber más o menos por dónde vienen los tiros y dónde dispararles para mantenerlos a raya. En cambio, los estúpidos son completamente impredecibles y eso los hace tanto más peligrosos, porque nunca sabes de qué manera idiota te van a atacar. Debe recordarse que el estúpido no hace daño a sabiendas, lo hace sin darse cuenta. De modo que si un estúpido no es capaz de advertir que está humillándote y lo hace tan campante, resulta casi imposible que tú puedas darte cuenta a tiempo del daño que va a infligirte: con el estúpido siempre es tarde, siempre es inexplicable, siempre es todo irracional. Con el estúpido no se puede negociar o pactar una alianza de no agresión. El estúpido suele ser obstinado, fanático, testarudo, impermeable a la razón y a las concesiones. El estúpido siempre cree que tiene la razón y a menudo está dispuesto a dar la vida para demostrarlo. He ahí el peligro inherente al estúpido genético (lo que es una tautología, porque todo estúpido lo es por un mandato de los genes): como se cree en posesión de la verdad absoluta y a veces siente la misión de esparcirla por el mundo, tarde o temprano recurrirá a la violencia para imponer sus convicciones y tú serás una víctima de su cruzada.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, el malvado tiende a ser cobarde o cuando menos prudente, pues es consciente de los riesgos que entrañan sus decisiones, de modo que los que buscan pelea y se van a la guerra suelen ser los estúpidos, no los malvados.
Por lo tanto, mi experiencia en el trato con los humanos parece informarme de dos datos singularmente relevantes para sobrevivir entre ellos: los estúpidos son mayoría y los estúpidos son los más peligrosos, son ellos los que, si te descuidas, acabarán matándote en nombre de algún dios o alguna virtud que dicen exaltar.
Parecería que estoy siendo injusto con el estúpido y benévolo con el malvado. Pues sí, lo soy, y con fundadas razones: las peores miserias que he vivido las debo a estúpidos probados y las grandes felicidades que he vivido me han sido concedidas por mis amigos más malvados.
Concluyo entonces con este minúsculo aprendizaje de la convivencia con criaturas humanas durante casi medio siglo: prevalecen por amplia mayoría las criaturas estúpidas y son ellas las que más daño me han hecho.
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miércoles, 10 de febrero de 2010
ESTUPIDEZ POLITICA
LA OBSESIÓN POR DECIR ESTUPIDECES
Conrado García Jamin
No cabe duda que vivimos inmersos en un modelo decadente de sociedad en la que se aplaude y premia a quienes mejor mienten, simulan, engañan o reflejan externamente un talento o virtuosismo que solamente existe en la imaginación.
Y voy a demostrarlo partiendo del concepto que hace pocos días me recordó el estudioso del comportamiento humano, José de Jesús Padua, quien espetó: La obsesión puede ser definida como un pensamiento que no podemos dejar de tener, y que se repite una y otra vez.
Asimismo, la compulsión se presenta en forma de actos o acciones que no podemos evitar llevar a cabo. Por ejemplo, el amante abandonado no puede dejar de pensar en su amada, en la forma en que se dio la ruptura o en los momentos felices; no deja de llorar y a pesar de las razones lógicas que pueda tener para no llamarle, no puede evitar la compulsión de marcarle por teléfono.
Pero en nuestro país y -para que no se pongan celosos por exclusión- en otras naciones del mundo, los políticos han desarrollado la compulsión de decir estupideces, sandeces, incongruencias, barbaridades y usted decida que otro sinónimo utilizar.
DIPUTADO PERREDISTA
Comenzaré con el legislador perredista Ariel Gómez León, quien también es locutor de una estación radiofónica y no pudo contener la compulsión de decir tarugadas al aire, que si bien es una práctica común de muchos locutores, su persona es figura pública por el cargo que ostenta.
Gómez León, al referirse a la desgracia que enfrentan nuestros hermanos caribeños por los efectos del terremoto que destruyó Puerto Príncipe y otras ciudades, dijo que los haitianos muestran cara de una “insaciable abusivez (sic)” y “como todos son negros y se parecen tanto, habría que marcarlos con tinta indeleble para que no se les repita la ayuda; la tinta tiene que ser blanca porque la que usa el IFE no se les notaría por tan negros”.
¿Qué le parece? Y claro que de inmediato, aunque la compulsión había ganado la partida, el grupo parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados exigió a su compañero de bancada Ariel Gómez León solicitar licencia al cargo, y al gobierno de Chiapas aplicar las sanciones previstas en la ley local contra la discriminación por las expresiones racistas del también locutor de radio sobre el pueblo de Haití.
Los perredistas reiteraron su solidaridad y compromiso humanitario con la nación caribeña y se deslindaron de sus declaraciones discriminatorias.
El legislador aludido insistió en diversas entrevistas que todo se trató de una broma difundida porque el micrófono se quedó abierto; quiso dar por zanjado el tema, al informar que ya había enviado un correo electrónico al embajador de Haití en México, Robert Manuel, para disculparse.
Por lo pronto, la compulsión por decir una estupidez, le acarreó al legislador y locutor Ariel Gómez León que la dirección nacional y la Comisión de Garantías del Partido del sol azteca, “le someta a la mayor brevedad al proceso disciplinario correspondiente y se emita un resolutivo especial que, con todo rigor, sancione su comportamiento, el cual violenta los principios, el ideario y los estatutos del PRD”.
A su vez, la Comisión Política Nacional analizará en su próxima reunión la posible penalidad, que podría ser incluso la expulsión del diputado. El presidente del partido, Jesús Ortega, resaltó que el PRD combate la discriminación y el racismo, además de alentar el principio de solidaridad.
HASTA MANLIO FABIO
La compulsión no respeta partidos ni credos. Por ejemplo, al cierre de ésta edición el senador Manlio Fabio Beltrones quien al mismo tiempo es el líder del PRI en el Senado, hizo lo suyo al declarar sobre la pretendida reforma política: “No es el Senado quien descalifica la iniciativa de Calderón, es la inteligencia del país, quien dice: ‘No estoy satisfecho. Nos parece poco integral, inconexa’”. (Reporte Índigo, enero de 2010).
¡Perdón! Imagínese usted a “la inteligencia del país” muy indignada (porque al parecer es de género femenino) y… ¡hablando!
Claro que se vale preguntar ¿y quien se arroga la propiedad de la inteligencia nacional?
Porque definitivamente no está en los legisladores que ya sabemos como llegan, como operan y a beneficio de quien trabajan.
Tampoco en los comodinos Ministros de la Suprema Corte que representan sus propios intereses y ganan sueldos insultantes.
Repito: ¿A cual “inteligencia del país” se refirió Manlio Fabio? Y no me vengan a salir con el cuento de que es “el pueblo”, porque si en algo son expertos los tres partidos (unos con mayor grado) es en el manejo, control y manipulación de las masas.
Entonces, urge que el Senador Beltrones aclare qué forma tiene la “inteligencia del país”, como es que habla y lo principal: ¿Quién la tiene secuestrada?
Esto que ocurre es deprimente y no cito más casos porque termino con el espacio disponible, aunque creo que vale la pena desarrollar luego una columna dedicada a la compulsión estúpida de la semana, o algo así.
Prefiero cerrar con un texto compartido por el periodista y bohemio Filemón Alonso-Miranda, quien en unas líneas nos expresa la razón por la cual llega el hartazgo al ser humano y opta por otra salida:
Iba con mi iPod a todo volumen, derramando notas musicales en la oreja. Pensando en todo y en nada, pero tiendo más a lo segundo. Me voy siempre rumbo a la dispersión y el autismo. No me interesa hablar con alguien en la calle. No quiero encontrarme con un conocido. Quiero ser invisible.
Creo que eso nos pasa a todos los mexicanos cuando escuchamos a nuestros gobernantes: queremos ser invisibles y hasta le agregaría… sordos.
http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2010/02/la-obsesion-por-decir-estupideces.html
Conrado García Jamin
No cabe duda que vivimos inmersos en un modelo decadente de sociedad en la que se aplaude y premia a quienes mejor mienten, simulan, engañan o reflejan externamente un talento o virtuosismo que solamente existe en la imaginación.
Y voy a demostrarlo partiendo del concepto que hace pocos días me recordó el estudioso del comportamiento humano, José de Jesús Padua, quien espetó: La obsesión puede ser definida como un pensamiento que no podemos dejar de tener, y que se repite una y otra vez.
Asimismo, la compulsión se presenta en forma de actos o acciones que no podemos evitar llevar a cabo. Por ejemplo, el amante abandonado no puede dejar de pensar en su amada, en la forma en que se dio la ruptura o en los momentos felices; no deja de llorar y a pesar de las razones lógicas que pueda tener para no llamarle, no puede evitar la compulsión de marcarle por teléfono.
Pero en nuestro país y -para que no se pongan celosos por exclusión- en otras naciones del mundo, los políticos han desarrollado la compulsión de decir estupideces, sandeces, incongruencias, barbaridades y usted decida que otro sinónimo utilizar.
DIPUTADO PERREDISTA
Comenzaré con el legislador perredista Ariel Gómez León, quien también es locutor de una estación radiofónica y no pudo contener la compulsión de decir tarugadas al aire, que si bien es una práctica común de muchos locutores, su persona es figura pública por el cargo que ostenta.
Gómez León, al referirse a la desgracia que enfrentan nuestros hermanos caribeños por los efectos del terremoto que destruyó Puerto Príncipe y otras ciudades, dijo que los haitianos muestran cara de una “insaciable abusivez (sic)” y “como todos son negros y se parecen tanto, habría que marcarlos con tinta indeleble para que no se les repita la ayuda; la tinta tiene que ser blanca porque la que usa el IFE no se les notaría por tan negros”.
¿Qué le parece? Y claro que de inmediato, aunque la compulsión había ganado la partida, el grupo parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados exigió a su compañero de bancada Ariel Gómez León solicitar licencia al cargo, y al gobierno de Chiapas aplicar las sanciones previstas en la ley local contra la discriminación por las expresiones racistas del también locutor de radio sobre el pueblo de Haití.
Los perredistas reiteraron su solidaridad y compromiso humanitario con la nación caribeña y se deslindaron de sus declaraciones discriminatorias.
El legislador aludido insistió en diversas entrevistas que todo se trató de una broma difundida porque el micrófono se quedó abierto; quiso dar por zanjado el tema, al informar que ya había enviado un correo electrónico al embajador de Haití en México, Robert Manuel, para disculparse.
Por lo pronto, la compulsión por decir una estupidez, le acarreó al legislador y locutor Ariel Gómez León que la dirección nacional y la Comisión de Garantías del Partido del sol azteca, “le someta a la mayor brevedad al proceso disciplinario correspondiente y se emita un resolutivo especial que, con todo rigor, sancione su comportamiento, el cual violenta los principios, el ideario y los estatutos del PRD”.
A su vez, la Comisión Política Nacional analizará en su próxima reunión la posible penalidad, que podría ser incluso la expulsión del diputado. El presidente del partido, Jesús Ortega, resaltó que el PRD combate la discriminación y el racismo, además de alentar el principio de solidaridad.
HASTA MANLIO FABIO
La compulsión no respeta partidos ni credos. Por ejemplo, al cierre de ésta edición el senador Manlio Fabio Beltrones quien al mismo tiempo es el líder del PRI en el Senado, hizo lo suyo al declarar sobre la pretendida reforma política: “No es el Senado quien descalifica la iniciativa de Calderón, es la inteligencia del país, quien dice: ‘No estoy satisfecho. Nos parece poco integral, inconexa’”. (Reporte Índigo, enero de 2010).
¡Perdón! Imagínese usted a “la inteligencia del país” muy indignada (porque al parecer es de género femenino) y… ¡hablando!
Claro que se vale preguntar ¿y quien se arroga la propiedad de la inteligencia nacional?
Porque definitivamente no está en los legisladores que ya sabemos como llegan, como operan y a beneficio de quien trabajan.
Tampoco en los comodinos Ministros de la Suprema Corte que representan sus propios intereses y ganan sueldos insultantes.
Repito: ¿A cual “inteligencia del país” se refirió Manlio Fabio? Y no me vengan a salir con el cuento de que es “el pueblo”, porque si en algo son expertos los tres partidos (unos con mayor grado) es en el manejo, control y manipulación de las masas.
Entonces, urge que el Senador Beltrones aclare qué forma tiene la “inteligencia del país”, como es que habla y lo principal: ¿Quién la tiene secuestrada?
Esto que ocurre es deprimente y no cito más casos porque termino con el espacio disponible, aunque creo que vale la pena desarrollar luego una columna dedicada a la compulsión estúpida de la semana, o algo así.
Prefiero cerrar con un texto compartido por el periodista y bohemio Filemón Alonso-Miranda, quien en unas líneas nos expresa la razón por la cual llega el hartazgo al ser humano y opta por otra salida:
Iba con mi iPod a todo volumen, derramando notas musicales en la oreja. Pensando en todo y en nada, pero tiendo más a lo segundo. Me voy siempre rumbo a la dispersión y el autismo. No me interesa hablar con alguien en la calle. No quiero encontrarme con un conocido. Quiero ser invisible.
Creo que eso nos pasa a todos los mexicanos cuando escuchamos a nuestros gobernantes: queremos ser invisibles y hasta le agregaría… sordos.
http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2010/02/la-obsesion-por-decir-estupideces.html
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