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En su tercer día como testigo de la Fiscalía de Estados Unidos, Dámaso López Núñez fue cuestionado por el abogado de Joaquín Guzmán Loera, Eduardo Balarezo, sobre si conocía a Heriberto “N”, el Koala y a Juan Francisco “N”, el Quillo, quienes son señalados como los presuntos autores materiales del asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas.
De acuerdo al periodista del New York Times, Alan Feuer, Balarezo le hizo la pregunta directa al Licenciado, pero el fiscal objetó y el juez no le permitió responder, durante su comparecencia que apenas duró 10 minutos.
En junio de 2017, cuando estaba preso en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 9 en Ciudad Juárez, Chihuahua, López Núñez dijo en una entrevista ministerial que el Quillo, y su primo el Koala, formaban parte de su grupo delictivo, de acuerdo a una publicación de La Jornada.
El miércoles, durante su testimonio, negó que él o su hijo Dámaso López Serrano, el Minilic, hayan ordenado el crimen de Javier Valdez, fundador del semanario Ríodoce, y responsabilizó del mismo a los hijos del Chapo.
“Resulta que los hijos de mi compadre se enteraron de que di una entrevista por teléfono (a Javier Valdez) donde explicaba los motivos por los que me señalaba Ciro Gómez Leyva –un periodista muy conocido en México— en un noticiero de ese periodista, decía que yo había emboscado a los hijos de mi compadre y que uno de sus hijos y el Mayo estaban graves. Como era falso, cuando se me acercó el periodista, lo vi como una buena oportunidad, pero los hijos de mi compadre no les pareció bien lo que a mí sí. Si no, pregunte a cualquiera en Culiacán. Que ellos amenazaron a todos en la casa editorial para sacar una nota a modo y obligaron a que no sacara la entrevista. Pero como el periodista era íntegro, la publicó, desobedeciendo las órdenes de los hijos de mi compadre y la publicó. Y como los hijos de mi compadre están coludidos con el gobierno no encontraron a un culpable y culparon a mi hijo”, declaró en la sala de la Corte de Nueva York, donde se desarrolla el juicio contra el Chapo.
Durante la audiencia, quien se encuentra sentenciado a cadena perpetua en EU y al pago de una multa de 25 millones de dólares, afirma viendo al Chapo que está ahí por culpa de los hijos de su compadre.
“Yo estoy aquí porque sus hijos me pusieron en este lugar”, explicó López Núñez cuando Balarezo, el abogado de la defensa, le pregunta por qué está preso en Estados Unidos.
El Licenciado no se parece a la foto de su arresto, ni a la que le tomaron mientras lo escoltan elementos del ejército. Tampoco a la que aparece en Google donde viste una camisa polo roja. Cuando Dámaso López Núñez entra a la sala 8D de la corte federal de Nueva York, tiene el pelo lacio cano gris y despeinado. Está rasurado, viste un uniforme azul de prisionero, tiene la cara muy seria. Cuando habla, su boca se tuerce en una mueca.
Durante los dos días de su testimonio, el 22 y 23 de enero de 2019, los abogados de la fiscalía –Amanda Liskamm—y el de la defensa –Eduardo Balarezo—juegan a arrebatarle confesiones cruentas al testigo, quien las ofrece sin tapujos.
De las preguntas de la fiscalía, López Núñez describe los asesinatos que presuntamente ordenó o permitió expresamente Guzmán Loera: el de su sobrino Juan Guzmán Rocha (Juancho o Virgo) en 2011 por “ponerle el dedo”, el de Rodolfo Carrillo Fuentes en 2004 junto con su esposa y el jefe de seguridad, (Pedro Pérez un judicial de Durango) por faltarle al respeto, el de Gonzalito Araujo y Guacho, por trabajar como jefes de pistoleros para los Beltrán Leyva en 2008, el de Leopoldo PoloOchoa por colaborar con el gobierno para entregar al Chapo, el del Negro, un jefe de sicarios del acusado por “ponerle el dedo en Mazatlán”, donde lo arrestaron en 2014, el de Barbarino, otro de sus pistoleros por “portarse mal, robar dinero y abusar de la gente” y el de Omar, un hombre que trabajaba “en vueltas, en mandados” para López Núñez.
También por las preguntas de la fiscal Liskamm, el testigo explica que la fuga del Chapo de la prisión del Altiplano, estuvo orquestada por él y los cuatro hijos del acusado: Iván, Ovidio, Alfredo y Joaquín con información que Coronel Aispuro les transmitía de parte de Guzmán Loera. En las pantallas de la corte se proyectan cartas escritas con el puño y letra del acusado dirigidas a López Núñez donde detalla transacciones de droga y balas entre personas específicas utilizando claves como “Cosina” o “Señora” para el Mayo, Eduardo para Ecuador y “50 de 40” refiriéndose al calibre de las balas.
López Núñez le explica con sobriedad, al juzgado, que “Javi” y “Roberto” habían trabajado para el ejército antes de dedicarse a obtener información de funcionarios públicos para Guzmán Loera. Cuenta, el testigo, que el Negro (a quien mandarían matar) era uno de los sicarios principales del Chapo, también ex militar y éste había recomendado a Omar, quien trabajaba para López Núñez (a quien también mandarían matar) y al Fantasma otro sicario junto con el Cholo. Detalla, López Núñez, que los hijos del Chapo son Iván o “Tocayo”, Alfredo o “Menor”, Ovidio o “Ratón” y Joaquín o “Güero”, que su hermano es Aureliano Guzmán o Guano y que sus sobrinos son Alfredo, 02 o Tomás y Chinacate, un pelirrojo. Los secretarios del acusado tenían los apodos de Cóndor y Picudo, Cleto ayudaba con la elaboración de cocaína sintética y Nariz le hacía los mandados al Chapo.
De las preguntas de la defensa, lo primero que explica el testigo es el significado del saludo que hizo al llegar. Significa “que lo quiero. Que es una persona que hemos tenido muchos años juntos y le tengo un cariño especial”, explica López Núñez.
López Núñez no tiene problemas contestando las preguntas que le hacen. No parece tener remordimiento, tampoco. Sus respuestas parecieran casi analíticas.
“Usted le dijo al jurado que nunca mató a nadie personalmente, ¿cierto?”, le pregunta Balarezo. “Porque… ¿es buena gente?” Después de una objeción de la fiscalía, el abogado reformula.
“Dijo que nunca mató a nadie personalmente, pero ¿tiene problemas morales con matar?”, quiere saber Balarezo.
“No es mi costumbre”, responde el testigo.
“Pero su hábito si es transmitir órdenes de asesinar?”, indaga.
“En algunas ocasiones se dio”,, dice López Núñez.
“Y estuvo bien en su universo moral… ¿Ordenó secuestros?”, pregunta Balarezo.
“Sí, en el narcotráfico eso sucede”, responde.
“¿Porque hacen algo contra su negocio, su hijo, su familia?”, quiere saber el abogado.
“Cuando ha sucedido, siempre hay una razón”, dice fríamente el testigo.
López Núñez explica que él estaba encargado de la mitad del narcomenudeo en Mazatlán, con lo que ganaba 2 millones de pesos a la semana, la otra mitad era de los hijos de su compadre. El testigo también controlaba el narcomenudeo en El Fuerte, La Cruz, Navolato, Villa Juárez, Carrizo y “todo el norte, alrededor de Los Mochis, Sinaloa”. Dice que tuvo su ejército privado de 100 sicarios en 2016, después de que los hijos del Chapo lo intentaron matar. Y que uno de sus sicarios, David López, mandó a hacer uniformes con el logo de “Fuerzas Especiales de Dámaso”.
“Quien hizo estos uniformes fue en contra de sus indicaciones, ¿no hizo que lo levantaran, mataran?”, le pregunta Balarezo.
“La marina se encargó de eso”, responde el testigo.
“¿Dónde está David López?”, insiste el abogado del Chapo.
“En su tumba”, dice López Núñez.
Niega haber ordenado el asesinato de los Carrillo Fuentes o el de Luis Alejandro Osorio. Pero admite ordenar que mataran a Bravo, Manuel Aponte Gómez. “¿Y recuerda que los agentes del gobierno le preguntaron si estuvo involucrado en el asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas?”, pregunta Balarezo al final del intercambio. “Sí, era un prestigioso y reconocido periodista sinaloense”, responde el testigo, pero niega estar involucrado en su asesinato, y en cambio, culpa a los hijos del Chapo.
A Javier Valdez Cárdenas, cofundador de Ríodoce, lo asesinaron el 15 de mayo de 2017 saliendo de las oficinas del semanario. A 618 días de su muerte, su asesinato sigue impune. Desde 2000, según cifras del Comité de Protección a Periodistas, 100 reporteros han sido asesinados en México y 99 por ciento de estos casos siguen sin resolverse.
En la sala 8D de la corte federal de Nueva York durante los días 22 y 23 de enero de 2019 se confesaron muchos crímenes. Dámaso López Núñez ofreció confirmación del autor intelectual y los motivos detrás de varios asesinatos. Pero para Javier Valdez, sus deudos, y la crisis de violencia contra periodistas en México, no hubo confesión que dispara la opacidad ni detalles que se acerquen a la justicia.
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