BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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martes, 4 de octubre de 2011

EL LLANTO DE UN MEXICANO

Luis Donaldo Colosio Riojas



Me preocupa. Me preocupa que veo a un país olvidado por sus  líderes, quienes se concentran en sacar adelante sus carreras y a sus partidos antes que a su gente.
Me preocupa ver un abismo  de desigualdad y diferencia, permeado todo por la  infame indiferencia de quienes tienen la responsabilidad de honrar  la confianza de su gente.
Me preocupa ver que en el Congreso imperan el caos y la desunión, que los “triunfos” de mis diputados sean ver quién difama más al otro o quién silencia con más fuerza.  Que exista un aura de trabajos inconclusos y que los pocos que se dedican al trabajo son sopesados por quienes se dedican al ultraje. Me preocupa ver más respeto en las tribunas de un  clásico de futbol mexicano que en los  escaños y curules  legislativos.
Funcionarios públicos ausentes o sumisos (nisi, ni trabajan, pero sí  cobran) y fuerzas policiales abandonadas o corrompidas es el maltrato que nos dejan nuestros gobernantes. Benditas aspiraciones de nuestros jóvenes con tanta materia prima corroída. No es sorpresa  que “ni estudien, ni trabajen” si el sistema educativo es cada vez menos adecuado y continúa decayendo gracias a quienes se supone deberían levantarlo. El empleo y las oportunidades son virtualmente inexistentes y nuestra economía es tratada con la lujuria de unos  cuantos.
Me preocupa mi tierra, sangrando a borbollones, con  sangre nacional y extranjera, de quienes depositaron su confianza en  unos cuantos. Me preocupa que “esos cuantos” tampoco sean eficaces  porque “algunos muchos” se empeñan en que fallen con tal de alzarse el cuello y alardear un “se los dije”.
La desigualdad de ideas nunca ha sido crimen, pero el callarlas y asesinarlas es  nuestro nuevo movimiento nacional.
Miles de millones de  pesos, de nuestro dinero, de nuestros impuestos, se reparten a “unos cuantos” para hacer bien “muchos nadas”, mientras tanto nuestros niños tienen hambre, tienen sed y tienen miedo. Miedo, no de una  inseguridad que crece sin medida, sino de lo que seguramente terminarán siendo: seres olvidados y marginados por su patria y a  quienes luego se les reclame de “holgazanes”. Se les castigará por ineficientes y por no saber aprovechar las infinitas oportunidades  inexistentes que tuvieron. Nuestros niños, ¿pero qué demonios les  hicimos?
Me preocupan todos y cada uno de los miembros de mi  familia, más de 112 millones de ellos, que miran al futuro sin un rumbo certero, ese rumbo que nuestros predecesores se negaron rotundamente a asegurar y que ahora miran con desconcierto alegando que “no es su culpa”. Y la pelea continúa; y las divisiones se incrementan; y las diferencias se exaltan; y nuestros niños,  mientras tanto, sufren.
¿Pero qué te pasa, México? ¿En qué  momento se volvió rutina suicidarte?
Me preocupa mi gente, que prefiere esconderse frente a una pantalla de televisión que detrás de un libro, o mejor aún, de un oficio. Me preocupa que la política de desarrollo colectivo nacional en estos momentos  pareciera que se llama “resignación”, pareciera que se llama  “derrota”.
Me niego rotunda y enfáticamente a quedarme dormido, a darme por vencido. Así me tachen de por vida de demente o inadaptado. Qué ilusos somos todos al pensar que México necesita héroes, si lo único que le hace falta es la atención de sus ciudadanos, o mejor quizá, unos cuantos más de éstos.
Este es  el movimiento de la tercera insurrección mexicana, cuyo campo de batalla se libra en nuestros propios corazones, donde las únicas armas que encontremos y utilicemos deberán ser la paz, el  trabajo y la patria: suficientes muertes ha soportado lo sagrado de este suelo, y la tierra que se tiñe de rojo con la sangre de mi sangre es testigo de mi  entrega. La batalla se gana en el corazón de  nuestra gente, al denunciar nuestras propias faltas al país... y a nuestra estampa.

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