Las declaraciones de Pablo González Guajardo, hijo de Claudio X. González, en el sentido de que Kimberly Clark no realizará nuevas inversiones en el corto plazo porque la economía se ha desacelerado significativamente y el consumo interno crece poquito, además de que las nuevas políticas por parte del gobierno no son de su agrado, revelan que el sector privado tiene mucho miedo de lo que pueda ocurrir el próximo año y los que siguen en materia económica, política y social en el país. Además, confirman que el apoyo del sector empresarial al gobierno de la 4T, expresado en todos los foros económicos, es de “dientes para afuera”.
Sin duda alguna, Pablito y Claudio no son los más indicados para criticar lo que está haciendo la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo porque el empresario tiene dos cositas muy cuestionables: Una larga cola que le pisen y la mala fama que le persigue desde que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo Ponce de León se autonombró su asesor en inversiones extranjeras y vocero con el sector empresarial. En esas dos administraciones fue uno de los principales beneficiarios de la apertura comercial pactada en el Tratado de Libre Comercio; el que ponía hasta arribita de los escritorios de ambos mandatarios los proyectos de inversión que le interesaban a él y a sus socios; el que sugería y recomendaba en qué negocios invertir; el que le “hablaba al oído”.
Los biógrafos del Señor X recuerdan que no es la primera vez que se encuentra aterrado y preocupado por el estancamiento de la economía, por el bajo crecimiento del consumo, la inseguridad, la violencia y otras cosas horribles que ocurren en el país. En la crisis financiera del 2008/2009, se quiso erigir como el salvador de la patria cuando sugirió modernizar las políticas de desarrollo social, de seguridad y justicia, educativa, laboral, hacendaria; ofrecer certidumbre jurídica a los ciudadanos; evitar el dispendio y el desperdicio de recursos humanos, naturales y económicos, ofrecer oportunidades de desarrollo a la población, combatir la pobreza, reducir la brecha de la desigualdad. ¿Cinismo? ¿Hipocresía? Pues podrían ser las dos cosas, señalan aquéllos.
Tampoco es la primera vez que Claudio expresa su preocupación sobre el futuro económico del país en manos del presidente Andrés Manuel López Obrador. La primera ocasión que el tabasqueño se lanzó como candidato a la Presidencia de la República, aquél dijo que sería una tragedia para el país si llegaba a la presidencia de la República. “Un personaje populista condenaría a México al desastre económico”, declaró. Lo que nunca se imaginaron el padre y el hijo fue que ese populista al que tanto temían estaría sentado en la Silla del Águila.
Claudio siempre ha sido un oportunista que bajo el respaldo y protección de los gobiernos priistas y panistas ha logrado beneficios para sus negocios; y como en esta administración no tiene derecho de picaporte en Palacio Nacional, sufre, se angustia, se aterra, junto con su hijo.
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