Cananea podría arder otra vez
Invitado: Roberto Robles Garnica*
Morelia, Michoacán.— Recordemos: El primero de junio del 2006 se cumplió el centenario de la huelga de los mineros de Cananea. El patronal Grupo México intentó impedir la conmemoración del aniversario de los mártires de Cananea; en respuesta a éste y otros agravios violatorios del contrato colectivo de trabajo, los trabajadores de la mina iniciaron una huelga, y lucharon junto a los de La Caridad de Nacozari, La Calera en Agua Prieta y los siderúrgicos de Sicartsa en Lázaro Cárdenas. Aquí cayeron baleados Héctor Álvarez Gómez y Mario Alberto Castillo Rodríguez y decenas de heridos en una batalla que intentó romper la ocupación de la planta industrial.
Los asesinos fueron policías michoacanos enviados a recuperar las instalaciones siderúrgicas por el gobernador Lázaro Cárdenas Batel, acatando insistencias de Vicente Fox y el empresario Germán Larrea.
Los trabajadores heridos fueron trasladados a hospitales de Morelia y del Distrito Federal.
Los mineros de Cananea semanas después tuvieron que volver a su trabajo con las manos vacías, retiraron las banderas rojinegras y se prepararon para otro episodio de lucha. Y pronto lo dieron con nueva huelga pese a diversas represiones políticas, como la del gobernador sonorense Eduardo Bours que cerró las escuelas de Cananea para que los hijos de los mineros no pudieran recibir clases.
Con resistencia singular los mineros llevaban dos años y medio en huelga cuando el Segundo Tribunal Colegiado en materia laboral emitió una resolución que dio por terminadas las relaciones colectivas e individuales de trabajo. El movimiento agredido es legítimo e inclusive había sido amparado con anterioridad por las leyes laborales; pero ahora con el legaloide recurso del tribunal lanzan a la calle a más de 1,100 trabajadores expuestos a una agresión gubernamental que podría ocasionar una gran tragedia.
El porro Javier Lozano, secretario del Trabajo, declaró a favor de que la empresa contrate nuevos elementos y reinicie labores en la mina, los huelguistas afirman que no darán un paso atrás. Están en guardia en lo que siempre ha sido su fuente de trabajo. Están dados los elementos para un choque con la fuerza policiaca o militar, de ahí la importancia de las gestiones de diputados y senadores que ya están pidiendo al gobierno federal la revocación inmediata de la concesión de la mina al Grupo México.
Reunido en la mina un foro social integrado por una diversidad de corrientes sindicales, apoyó y defendió el derecho de huelga en Cananea y emprendió medidas de apoyo a los huelguistas.
Diversos sectores perciben el riesgo de una violenta represión oficial que trae el recuerdo de la huelga minera del 1 y 2 de junio de 1906. Entre los huelguistas de entonces circuló el siguiente impreso anónimo.
“Obreros Mexicanos: un gobierno electo por el pueblo para que lo guíe y satisfaga sus necesidades en lo que cabe. Eso no tiene México.
“Por otra parte: un gobierno que se compone de ambiciosos que especulan criminalmente fatigando al pueblo… Eso no necesita México.
“Que el pueblo elija a sus gobernantes para que lo gobiernen, no para que se burlen y lo humillen, es la República.
“Pueblo, aprende lo que parece que olvidaste. Congrégate y discute tus derechos. Exige el respeto que te debe…
Mexicanos, despertad, unámonos. La Patria y nuestra dignidad lo piden.
“Cananea junio de 1906”.
A más de cien años de distancia este volante no pierde actualidad.
Ricardo Flores Magón a través del Club Liberal de Cananea ejerció valiosa influencia ideológica radical.
En vísperas de la huelga los 5 mil trabajadores mexicanos ganaban menos que los 2mil empleados extranjeros, que además ocupaban los puestos directivos. La discriminación a los mexicanos, el trato despótico de los capataces y el anuncio de que se reduciría el personal y aumentaría la carga de trabajo, llevó a la culminación de la inconformidad. Presentaron sus demandas al director de la empresa, la más importante salario de cinco pesos y ocho horas de trabajo, fue rechazada, airados los trabajadores recorrieron las calles y pasaron por todos los centros de trabajo de la empresa, de unas decenas pasaron a centenas, y empezaron a unirse trabajadores de otras actividades. Al llegar a la maderería de la mina, chocaron con dos norteamericanos que les lanzaron chorros de agua a presión, arruinando la bandera nacional que portaban los manifestantes, el agravio indignó y quemaron la maderería y en la trifulca murieron dos norteamericanos, que habían disparado a la multitud causando varias víctimas. Ya pasaban de 2 mil los manifestantes que protestaban.
La autoridad municipal telegrafió al gobernador Rafael Izabal pidiendo su presencia, quien llegó al día siguiente con 275 rangers, rurales de Arizona. Lázaro Gutiérrez de Lara imprecó a Izabal esa fechoría de lesa patria y terminó su furia en un oscuro calabozo.
Los obreros fueron obligados a regresar a sus labores bajo la amenaza de mandarlos a combatir a los yaquis. Los líderes Manuel M. Diéguez, Esteban Vaca Calderón, Francisco M. Ibarra y cinco obreros fueron detenidos, estuvieron a punto de ser fusilados. El poderoso funcionario Ramón Corral ordenó la suspensión de la ejecución y que fueran enjuiciados rigurosamente conforme a la ley y después enviados a cumplir su condena en San Juan de Ulúa.
Los mineros, ya sin líderes, frente abrumadora fuerza militar y por hambre retornaron a sus trabajos, otros emigraron. Veinte de sus compañeros ya habían sido sepultados. Los sobrevivientes no sabían que habían escrito no una derrota sino una ejemplar historia de lucha proletaria.
Y ahora ¿qué se proponen el secretario del Trabajo Javier Lozano y el empresario Larrea: dejar sus nombres entre los provocadores de tragedias? Los Larrea ya lo consiguieron en el mineral Pasta de Conchos, Coahuila, donde hubo un crimen industrial que costó la vida a 65 mineros que murieron en una explosión, y siguen sepultados bajo las ruinas de la mina.
*Texto firmado también por José de la Luz Rodríguez y Ubaldo Fernández.
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