Por Sara Lovera
La persecución y el odio contra una parte de la humanidad, sólo por el hecho de ser diferentes de quienes enarbolaron como un sistema de vida el autoritarismo, la dominación y la discriminación, es decir, el nazi-fascismo, autor de las mayores crueldades que nos hubiéramos podido imaginar, parece está de vuelta.
Mi generación conoció buena parte de esa tremenda experiencia, a través de la difusión en libros, el cine y hasta en carteles propagandísticos. Las películas de la Segunda Guerra Mundial nos hicieron tomar conciencia de cómo un ser humano puede odiar a tal grado a otro ser humano, sólo por profesar religión e ideas distintas a su campo de control y sus intereses. Probablemente no a sus creencias.
Lo grave es que rápidamente esa enseñanza sobre la crueldad consciente se topó con las realidades de los militarismos y los crímenes, éstos ejecutados por los jefes de las dictaduras militares de Argentina, Chile, Uruguay y el conservadurismo “democrático” de otra decena de países.
Nada más aleccionador y tremendo que los descuartizamientos en Guatemala, hace poco más de 20 años y los crímenes arteros que aún no cesan ahí y en otros escenarios. Sólo el feminicidio cotidiano nos estremece.
Recordando cómo estas dictaduras trataron a las mujeres, puedo identificar las acciones de políticas que se piensan democráticas o comunes que ya se llevan a cabo o que se proponen en nuestro entorno.
Hace unos días se publicó en los diarios capitalinos que en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal se prepara una iniciativa elaborada por la fracción del gobernante Partido Acción Nacional (PAN), para crear la ley de fomento a la Maternidad, considerando a ésta como una institución de orden público.
El argumento de la coordinadora panista, Mariana Gómez del Campo, es contundente, se trata de “proteger la maternidad” y garantizar a las mujeres beneficios médicos y asistenciales desde el momento en que empiece el embarazo. A las madres, dijo en rueda de prensa, debe beneficiárseles en todo, incluso con servicio de transporte, sobre todo cuando nazcan sus hijos. Porque se necesita en la ciudad de México un ordenamiento legal que “proteja a la familia”, agregó.
A la legisladora del PAN, Gómez del Campo se le califica de arribista, cuyo único interés es el poder. Pero ella sabe más de los hilos culturales que mantienen dominadas a las mujeres, es la autora de las encuestas fallidas contra el aborto legal, además de ser la vocera y jefa panista en el Distrito Federal. Todo un caso.
No sé, pero esta iniciativa me animó a escribir este texto. Me recordó al nazi-fascismo encabezado entre 1933 a 1945 por el Partido Nacionalista Obrero Alemán (NSDPA, por sus siglas en alemán) que enarbolaba el control de las mujeres bajo la trilogía de las tres “K”: Kinder, Küche, Kirche. (Niños, Cocina e Iglesia).
Las tres K en definitiva fueron la visión pragmática para el control de las mujeres durante el poder nazi, quizá por esta inspiración en todas las dictaduras recientes y antiguas, apenas se toma el poder se prohíbe cualquier posibilidad de control natal, aborto legal, libertades e igualdades entre hombres y mujeres.
Aunque debemos reconocer el arraigo mexicano acerca de la maternidad como eje de la familia tradicional, desde la visión virginal de las mujeres y sin ápice de voluntad y decisiones propias, pensar en definir la maternidad como una institución de orden público, además de enviarnos a las tragedias griegas de Edipo (profundamente estudiadas por Segismundo Freud), nos remite a la tentación autoritaria de exaltar a la maternidad como destino único e indivisible para las mujeres.
Detrás, está la urgencia económica, porque sujetas a la cocina y envueltas en la visión mística de la religiosidad y no de la trasgresión, las mujeres han podido detener el desastre de la crisis capitalista actual. Por sus hijos son –las mujeres- capaces de detener al mundo.
Se trata de ir a fondo en la estrategia panista de dar al traste con el aborto legal -por violación, peligro de vida de la madre, malformaciones congénitas y otras excepciones recogidas en nuestras leyes-; se trata de cimbrar a la ciudad de México, de buscar a fondo el sentimiento guadalupano –bien respetable- de nuestra idiosincrasia.
La propuesta de la panista, me recordó un escándalo sucedido en España en 2007, cuando se dio difusión a la periodista Eva Herman Echan en su campaña antifeminista ligada a relativizar los efectos del nazismo y sus campos de exterminio. Eva Herman Echan, famosa conductora de televisión encendió la polémica cuando criticó al feminismo promoviendo la idea de que "la mujer debe estar en la casa", al considerar que la mujer feliz y de familia está por encima de la vida laboral.
Herman sugería en una entrevista al diario Bild am Sonntag que en el Tercer Reich "hubo cosas muy malas, por ejemplo Hitler", pero que también puede hallarse alguna buena, "como por ejemplo el aprecio y valoración de la figura de la madre".
Al hablar en televisión, esta mujer autora de uno de los libros más vendidos de Alemania, Das Eva-prinzip. Für eine neue weiblichkeit (El principio de Eva. Por una nueva femineidad) alcanzó un rating récord (2,65 millones de espectadores, 18,1 por ciento).
En septiembre de 2007, Eva Herman, defendió los valores familiares que durante el nacionalsocialismo fueron instrumentalizados y utilizados con fines políticos y sociales, en la presentación de su segundo libro Das prinzip Arche Noah. Warum wir die familie retten müssen (El principio del Arca de Noé. Por qué tenemos que salvar la familia).
Estos principios hablan sobre el amor, la familia y los niños, como si tuviéramos que admitir que los padres no existen y que los niños y las niñas sólo dependen de las madres.
La iniciativa de Gómez del Campo, presentada en marzo cuando se ratifica la necesidad de reflexionar sobre la condición de las mujeres, es una de las intentonas más obvias de un grupo de mexicanos, que no saben ni quieren averiguar, que en la época del capitalismo salvaje --desde hace 30 años-- las mujeres fueron arrojadas del pie de la cuna para ir a trabajar a las empresas maquiladoras de exportación que se instalaron en la frontera norte.
Gómez del Campo y ese grupo de personas no saben que desde 1916 las mujeres de la Revolución Mexicana buscaron sus identidades y plantearon las maternidades compartidas con los padres y el Estado; desconocen que este capitalismo ha fracturado la idea del padre proveedor, porque ningún salario alcanza y junto a la propaganda de atención hospitalaria a las madres de Felipe Calderón, se hallan precisamente las tres K.
Se evidencia el deseo de que para las mujeres su destino manifiesto es sólo la maternidad, queriendo meter al redil a más de 50 millones de mexicanas.
La realidad es toda otra, sin duda.
saralovera@yahoo.com.mx
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