Jorge Ramos y Mario Héctor Silva Enviado y corresponsal
El Universal
CIUDAD JUÁREZ, Chih.— El presidente Felipe Calderón sólo la miraba. Luz María Dávila se plantó ante la mesa que encabezaba el mandatario y le espetó: “No puede ser que diga que eran pandilleros, si estudiaban y trabajaban”.
Fue un encuentro inusual. Doña Luz María le dijo que no podía darle la bienvenida ni saludarlo de mano. Margarita Zavala, esposa de Calderón, se mostró impactada ante el reclamo.
“Si usted perdiera un hijo buscaría hasta debajo de las piedras a los responsables, pero como yo no tengo esas posibilidades, no lo puedo hacer.
“No me diga que sí, ¡haga algo, señor Presidente! Queremos el Juárez de antes, no el sangriento”. Calderón asentía con la cabeza frente a la mujer que después rompería en llanto.
Desde el atril dispuesto en el centro social Cibeles le demandaron. Pero desde los asientos la gente le hizo sentir su desesperación por la inseguridad, su desconfianza en la autoridad.
Quienes abrieron fuego ante el Presidente fueron doña Luz María y seis mujeres más.
Al comenzar las cuatro horas que duró el diálogo con la sociedad civil, se pararon de espaldas a Calderón en protesta. Éste ni siquiera volteó a mirarlas en los 10 minutos de su intervención.
Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, se movía en su asiento y miraba la escena, mientras Zavala nunca de dejó de hacer anotaciones.
Ciudad Juárez amaneció con más seguridad de la usual. Al menos cinco helicópteros militares sobrevolaron la ciudad. Soldados con catalejos se apostaron en la torre de control del aeropuerto y otros en las azoteas del centro social Cibeles, ubicado en la zona norte de Juárez, a unos 500 metros de la frontera con Estados Unidos.
Y si hay 10 mil soldados y policías federales cuidando de las calles por el operativo, descalificado horas antes por civiles y el obispo local, Renato Ascensio León, ayer fue más ostentosa esta vigilancia.
Eso mismo llevó al choque entre estudiantes y activistas, algunos con tapaboca, con la policía, a escasos 500 metros de donde Calderón dialogaba con los juarenses. Los policías de plano los arrastraron cuando se tiraron al piso los manifestantes. Ahí se quedaron, en el pavimento, casi tres horas, aunque eran un centenar de personas.
Golpe a Gómez Mont
Adentro del centro social una mujer gritó: “¿A eso vino (Calderón) a la ciudad, a reprimir jóvenes?” Ante la insistencia, el Presidente envió al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a negociar con ellos. Pero fue inútil, los jóvenes y manifestantes lo tacharon de “asesino”, “represor”, y cuando se retiraba de la multitud salió una mano que le alcanzó a dar un leve golpe en la cabeza.
El general David Rivera Bretón, jefe de la policía local, aseguró que los jóvenes obstruyeron el acceso al lugar, ubicado al norte de la ciudad y a unos 500 metros del río Bravo y por ello se actuó.
Ante el enfrentamiento, el legislador del PRD, Víctor Quintana, y Cipriana Jurado, del Centro de Investigación Popular, salieron para defender a los manifestantes, pero el cerco de seguridad les impidió acercarse.
La tensión adentro también le llovió al presidente municipal de Ciudad Juárez, el priísta José Reyes Ferriz, quien fue increpado y calificado de mentiroso por sus gobernados.
El alcalde se refería al esfuerzo de su administración para enfrentar la inseguridad y la violencia que padece el municipio, le reclamaron que no durmiera en esta ciudad.
“Mientes, mientes”, le gritaron al alcalde juarense, ante la mirada impávida de Calderón.
Reyes Ferriz afirmó que él es uno de los que se han quedado a dar la cara ante la problemática que vive Ciudad Juárez, pero fue abucheado por la concurrencia. “Bla, bla , bla”, se burlaron entre los asistentes.
Tras cuatro horas de diálogo, Felipe Calderón dio por terminado el encuentro.
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