Sudáfrica tiene uno de los mayores índices de violación y abuso sexual infantil del mundo.
Se estima que cada día se denuncian allí 50 violaciones a niños y niñas, pero los activistas por los derechos de los niños y niñas dicen que hay cientos más que quedan sin reportar.
Durante los últimos seis años, Mariella Furrer ha retratado el mundo del abuso sexual infantil con una cámara de fotos y una grabadora.
A través de fotos y entrevistas, ha documentado tanto la brutalidad de la violación, como la capacidad de recuperación de estos jóvenes sobrevivientes y la dedicación de toda la gente que trabaja para protegerlos. Su trabajo ha sido el ganador del Premio 7.7 de Ruido Photo.
Un viaje al mundo del abuso sexual infantil
Michaela Ganchi fue secuestrada, sodomizada y brutalmente asesinada. Su asesino, Ronald Jones, de 27 años, primero intentó matarla golpeándole la cabeza con una piedra, pero como no lo logró, acabó por degollarla con un pedazo de botella. Michaella también tenía 6 años.
La lista de niños y niñas inocentes que han sido víctimas de la brutalidad sexual sigue y sigue… Afortunadamente, no todos los chicos que fueron abusados sexualmente acabaron asesinados, pero los crímenes sexuales representan terribles abusos de poder y expresiones de brutalidad. Para las víctimas, las cicatrices que deja el abuso sexual son imborrables.
Este proyecto es un viaje personal que empezó, para mí, hace 30 años, cuando fui molestada por un extraño. Un viaje que, desde entonces, me ha llevado a explorar el mundo del abuso sexual infantil con mi cámara y una grabadora, documentando tanto la brutalidad de la violación, como la capacidad de recuperación de estos jóvenes sobrevivientes y la dedicación de toda la gente que trabaja para protegerlos.
Elegí centrar mi atención en Sudáfrica, un país con uno de los mayores índices de violación infantil y de abuso sexual infantil del mundo. Se estima que cada día se denuncian en Sudáfrica 50 violaciones a niños y niñas, pero los activistas por los derechos de los niños dicen que hay cientos más que quedan sin reportar, y eso porque siempre es menos probable que los pequeños cuenten que han sido abusados. Las asociaciones estiman que la cifra real es 20 superior.
Debido a que el abuso sexual infantil todavía es tabú, algo de lo que no se habla y, en algún sentido, invisible, espero que este proyecto dé voz a los incontables chicos que han pasado por esa terrible experiencia, y ayudar a la gente a comprender qué significa, exactamente, ser abusado sexualmente cuando se es un niño.
He trabajado en este proyecto sin descanso, desde hace ya seis años, inspirada por la fortaleza de estas jóvenes víctimas y la de sus familias. Mi esperanza es que este proyecto sirva para crear conciencia sobre el abuso sexual infantil y sobre la explotación sexual de niños y niñas, ya que sus comunidades juegan un papel crucial a la hora de dar seguridad a los chicos. Y también espero que la sociedad civil sea la que presione a sus respectivos gobiernos para que dicte leyes más estrictas y sentencias más duras para asegurar la protección de los niños, de una vez y para siempre.
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