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lunes, 5 de septiembre de 2011

NARCOTRAFICO: LA GUERRA QUE NADIE QUIERE GANAR


Por Jorge Cano

Es bien sabido que el problema del narcotráfico no puede ser combatido atacando la oferta sin reducir la demanda, sin embargo, esa es la estrategia que predomina en México y Estados Unidos. No es un error, la guerra en contra del narcotráfico está pensada para fracasar. Nunca se ha pensado con acabar con el tráfico de narcóticos, es más, claramente la lucha contra el narcotráfico sólo es una inversión moral tanto para México como para Estados Unidos. El problema no es problema; las drogas son un distractor imprescindible para el control social y mantenimiento del estatus quo y también una fuente de ingresos muy importante debido al agigantado precio de las drogas a causa de su prohibición.
Los antecedentes del combate económico hacia la oferta son numerables y existe uno que tradicionalmente es punto de comparación con el narcotráfico. En la década de 1920 en Estados Unidos se prohibió la venta de alcohol, lo que limitó la oferta de dicho producto, pero poco fue hecho para reducir la demanda. En bienes que podríamos llamar comunes o mejor dicho que no provocan adicción, el aumentar el precio de un bien podría ser suficiente para disminuir la demanda, pero no es así ni con el alcohol ni con la mariguana, cocaína u otras drogas. El aumentar el precio de un producto con la demanda constante sólo genera que más personas estén dispuestas a entrar a ese negocio
Para algunos quizá la legalización del alcohol fue una batalla perdida en la moralidad de la sociedad, para otros fue el precio justo por obtener la paz. Sin embargo la moralidad nunca ha sido la gran preocupación de los tomadores de decisiones de las altas esferas de poder. De igual forma el combate al narcotráfico no está preocupado por la salud y moralidad de los individuos, sino que es una estrategia por controlar de mejor manera a los proveedores de estas substancias. El gobierno pretende controlar quien puede llevar a cabo el narcotráfico, por esto la necesidad de combatir los cárteles que no se someten a la autoridad del gobierno. La parte de ilegalidad de las drogas es en realidad sólo una forma de agigantar el precio de estas substancias para succionar mayor dinero de los consumidores ya manipulados por su adicción.
El consumo de drogas no es una situación que en el fondo los poderosos quieran cambiar, ya que es una gran fuente de dinero y un gran medio de control social. Las personas razonables, las que pueden sopesar las acciones con sus consecuencias y sus medios con los fines, son peligrosas y por ende los poseedores del poder proveen todo lo necesario para eliminar esa racionalidad. Desde un punto de vista económico solamente, las adicciones y aficiones implantadas son un impedimento para el empoderamiento de la sociedad. Al estar determinado al consumo continuo, ya sea por las drogas o por la cultura del consumo promovida en los medios, es más difícil la acumulación de capital; no sólo el capital económico sino el educativo. Sin el ahorro, las personas no pueden avanzar en su escala social y sin el conocimiento pensaran que su situación es invariable. Precisamente la invariabilidad es lo que los que tienen poder desean; que todo siga igual.

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