miércoles, 25 de agosto de 2010
TURISMO NEGRO: NUEVO NEGOCIO
Conrado Garcia Jamin
Uno de los síntomas más evidentes de los cambios en el turismo contemporáneo es la consolidación del turismo negro (dark tourism). Como saben, el dark tourism es una nueva forma de turismo que sitúa al horror como objeto de la mirada turística. Los motivos son probablemente muy diversos.
México ya no es sólo un destino turístico ideal para quienes buscan playas. Las agencias ofrecen ahora el llamado “turismo negro”, que incluye visitas al peligroso barrio de Tepito y la experiencia de convertirse por unas horas en un inmigrante ilegal en Hidalgo. El país se encuentra entre los sitios que la agencia internacional Global Exchange ofrece como “reality tours”.
Aunque ya es lo típico para nosotros los mexicanos, muchos no nos atreveríamos a viajar a Ciudad Juárez, salir de noche en Chihuahua, Monterrey o Torreón, pero hay personas para todo.
En el Museo del Genocidio de Choeung Ek de Camboya, podemos encontrarnos con turistas concienciados, con turistas rituales ("voy porque toca") o con turistas morbosos. Las compuertas del dark tourism están abiertas a visitantes muy diversos.
Éstos son algunos de los destinos que apuestan por esta singular forma de turismo:
Hasta la fecha, el nombre de Goli Otok (una minúscula isla en medio del Adriático) sólo evocaba recuerdos de la represión política. La Yugoslavia de Tito creó un gulag en miniatura, que acogió unos 3.000 disidentes hasta su cierre en 1989. Hoy el complejo es un espacio en el que los turistas pueden experimentar por un instante algunas de las sensaciones de los antiguos presos. Los visitantes juegan a ser presos por unas horas y sufrir en su piel las vivencias de los represaliados . ¿Parodia?, ¿estupidez?, ¿conciencia?...
El día 26 de abril de 1986 el reactor 4 de la central nuclear de Chernovil sufrió un accidente, que afectó directamente un área de 150.000 Km2. Ésta ha sido sin duda la mayor catástrofe nuclear de la historia. Actualmente, por unos 400 $ es posible recorrer los escenarios post-nucleares que ha dejado tras de sí el accidente. El tour guiado muestra las cicatrices del desastre, pero también expone a los visitantes a unas dosis de radiación que exige muchas cautelas: No bajar del vehículo, no tocar nada...
Tradicionalmente, los espacios turísticos han escondido la miseria. Los grandes complejos del Caribe están situados lejos de las ciudades donde la miseria abunda y puede perturbar la conciencia de los turistas. Ahora han surgido tours guiados que llevan hasta las entrañas de la miseria. En Delhi, un guía turístico muestra durante dos horas la otra cara de la ciudad, la urbs invisible, donde transitan los niños sin techo y sin futuro. Un proyecto similar son los favelatours, que llegan hasta el corazón de Río, lejos de la playa y los hoteles.
Las televisiones se inundan a diario de imágenes del drama de las fronteras. Las pateras o los espaldas mojadas forman parte del paisaje cotidiano de la sociedad occidental. Ahora, por unos 200 pesos el visitante puede sentirse por un día como un inmigrante ilegal, acompañados de Poncho, el guía que hace las veces de jefe del grupo. ¡Corre!, ¡corre! grita periódicamente Poncho cerca de la frontera, donde los turistas sienten que viven una experiencia "auténtica".
El sexto piso de la Plaza Dealey de Dallas es conocido porque desde este punto, Oswall asesinó a Kennedy en el 1963. Hay varios ejemplos similares a la Plaza Dealey en el mundo, que nos acercan al turismo negro: el motel de Memphis en el que abatieron a Martin Luter King, el teatro de Ford donde murió Lincoln o el Puente del Alma de París donde se accidentó el coche de Diana de Gales son también lugares frecuentados. Pero el sexto piso es hoy un Museo, en el que por 10 dólares podemos conocer documentos sonoros y panorámicas del fatal desenlace. A la salida, pueden comprar algunos de los souvenirs creados para el consumo turístico.
En el cajón más profundo de nuestros miedos hemos guardado la galería de personajes siniestros más o menos reales. Muchos de estos espacios se han integrado en los circuitos turísticos. Así el Castillo de Bran en Transilvania, la residencia de Vlad Tepes que inspiró la figura de Drácula, es visitada anualmente por más de medio millón de visitantes. De hecho, el gobierno local se ha planteado la adquisión de este castillo para fines turísticos. En Londres, operan desde hace tiempo los itinerarios de Jack el Destripador, que intentan crear la atmósfera sórdida de la ciudad de Dickens.
La Guerra del Vietnam ha creado su propia iconografía, alimentada por una intensa actividad cinematográfica. Los túneles de Cu Chi son una extensa red subterránea que fue utilizada por la resistencia vietnamita en la cruenta guerra. Durante unas horas, los miles de visitantes de esta atracción situada cerca de la capital reviven la vida claustrofóbica de los soldados del Viet Cong o pueden ejercitar su puntería con un "auténtico" AK47 por tans ólo un dólar.
La Zona Cero de Nueva York se ha convertido en una de las principales atracciones de la ciudad y se ha integrado en el catálogo de lugares visitables de la ciudad. El socavón donde se está levantando el nuevo complejo es visitado por decenas de miles de turistas; pueden recorrer los restos del naufragio acompañados por algunas de las víctimas (reconvertidas en guías turísticos). El Memorial del 11-M acaba en un mural donde las familias se fotografían junto con los edificios en llamas. Seguramente, éste es uno de los espacios en los que las tensiones del turismo contemporáneo son más evidentes.
Los museos tampoco escapan a la seducción universal por el horror. En la Ciudad del Cabo, el Museo de Medicina expone en tres pisos diversas piezas del cuerpo humano como si se tratasen de una colección de ánforas. El visitante pasea entre pies, pechos, manos o cabezas. Pero el mayor "atractivo" del museo es su singular muestra de patologías, para el deleite de los turistas: tatoos, vejigas deformadas por un cáncer, pulmones destrozados o bebés sin cerebro.
Los restos del naufragio siempre atraen la mirada de los más curiosos. Por ello, los visitantes han acudido a las zonas desvastadas por el tsunami o por el huracán Katrina mucho antes de lo que se imaginaban las autoridades locales: el interés de los nuevos turistas es comprobar in situ los efectos del desastre. Los genocidios de África (que han sido recientemente recuperados por películas como Hotel Rwanda o El último rey de Escocia) también forman parte de los circuitos clandestinos de algunos taxistas sin escrúpulos.
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