Pablo Ordáz / Blog El País
Déjenme que les haga una pregunta: ¿se debe publicar la fotografía de una mujer colgada de un puente de Monterrey, desnuda de cintura para arriba, con un mensaje de sus asesinos pintado en la espalda?
Sí. ¿Por qué? No. ¿Por qué? Depende. ¿De qué…?
Cuartoscuro, una muy buena revista de fotografía que se edita en México DF cada dos meses, cuesta 30 pesos (1,8 euros) y ya cuenta con 18 años de vida, dedica su último número a un debate recurrente en México desde que arreció la violencia asociada al narcotráfico. ¿Deben publicarse las fotografías de los ajusticiados medio desnudos, de las cabezas sin cuerpo colocadas en la acera, de los jóvenes cuerpos apilados en la morgue siempre repleta de Ciudad Juárez, de los niños que acaban de quedarse huérfanos abrazados a jóvenes abuelas que a su vez se abrazan a grises ataúdes de cinc? ¿Qué debe hacer un fotógrafo cuando llega a un rancho de Tamaulipas y se encuentra los cuerpos sin vida de 72 migrantes asesinados quién sabe por quién ni por qué? ¿Hacer clic? ¿O tal vez cerrar los ojos, guardar la cámara, darse la vuelta?
“Publicar o no, he ahí el dilema”. Así se titula uno de los reportajes de la revista. Un reportaje que da voz a fotoperiodistas, editores, escritores, profesores universitarios. Fernando Brito, editor de fotografía del diario El Debate de Sinaloa, es rotundo: “Como medio no puedes dejar de publicar lo que está sucediendo en la ciudad o en el país. No podemos hacernos los ciegos”. El escritor Paco Ignacio Taibo II va más allá: “Yo no diría que no deben publicarse, el problema es cómo se publican. Cuando lo que quieres es impactar a la opinión pública para mostrarle que hay cosas que están sucediendo y que no puedes cerrar los ojos frente a ellas, a mí me parece legítimo publicar las imágenes. Cuando se reitera una y otra vez y lo único que se trata de hacer es el cuerpo descuartizado, la cabeza cortada, el niño muerto, etc, etc, se está apelando a la mentalidad morbosa de la ciudadanía y de esa manera moralmente no suerte el mismo efecto, sino que es contrario”. Hay quien, como el investigador jurídico Ernesto Villanueva, tiene claro que “la libertad de expresión reclama la difusión de imágenes violentas; no se puede tapar el sol con un dedo”. Y quienes como Alejandro Sánchez Camacho –impulsor de una iniciativa para regular la publicación de “imágenes violentas—está convencido de que no deben publicarse: “Hay un impacto psicológico considerable, no sólo en las familias de los afectados, sino también en el conjunto social”.
El debate es sin duda apasionante. El director de Cuartoscuro, Pedro Valtierra, explicó su posición a este periódico: “Hay grupos que están interesados en que no se publiquen este tipo de fotos. Es una vieja idea de los grupos conservadores del país, quienes culpan a los periodistas de estar contribuyendo a la violencia. Pero no es tan simple. Creo que buena parte de lo que está sucediendo ahora en México tiene mucho que ver con que la sociedad que no ha mirado al fondo de las cosas, no hemos sido autocríticos. Porque, como hemos expuesto en la revista, el fenómeno no es nuevo. La violencia tal como la estamos retratando ahora –los descabezados, los ahorcados…-- ya existía en México desde la Revolución, desde la época de los cristeros. Ya desde entonces se cometían ese tipo de crímenes”.
Es un debate difícil y doloroso y por eso también necesario. Publicar o no, he ahí el dilema.
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