BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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jueves, 2 de junio de 2011

EL VIDEO DE LA MAESTRA O LOS MAESTROS PANDILLEROS

Jorge Fernández Meléndez

Para Valeria,
porque es una de ellas.

El video, grabado desde un teléfono celular, dura poco más de un minuto y medio y ha recorrido el mundo por las redes sociales. Mientras suenan las ráfagas de AK-47 en la calle, la maestra Martha Rivera Alanís ha pedido a los niños que se tiren al suelo del aula en el kínder de la colonia La Estanzuela, en el sur de Monterrey. Los chavos obedecen y se dejan caer cuerpo a tierra. La voz de su miss se escucha por encima de las ráfagas: “No pasa nada, corazón, nada más pongan sus caritas en el piso, preciosos, aquí no va a pasar nada, nada más no levanten la cabeza...” Ninguno de los chavos llora, todos obedecen, afuera arrecia el tiroteo. Martha propone un nuevo juego. “¿Vamos a cantar una canción?” Todos aceptan y comienzan a cantar, acompañando a su miss, “si las gotas de lluvia fueran de chocolate, me encantaría estar ahí...” ¿Quién quiere chocolate? ¡Yo!”, contestan a coro los chavos que no saben que a unos metros de esa aula quedaron cinco muertos, dicen que eran halcones de una de las pandillas que asuelan la ciudad.
La tranquilidad de Martha, la forma en que manejó la situación, la manera en que se ha expresado desde que un amigo suyo difundió el video que ella misma había tomado con su teléfono celular, le valió, desde un reconocimiento del gobierno del estado, hasta una catarata de mensajes en las redes sociales. Pero creo que, por sobre todas las cosas, Martha nos recordó lo que hacen muchos maestros todos los días, en sus aulas, no sólo para enfrentarse a la violencia externa, sino también a la interna, al bullying, a las amenazas y desafíos que se viven hoy en las aulas, incluidas desde la falta de valores hasta la pobreza y la desnutrición de sus alumnos o sus padres. Recordar a esos maestros y maestras a las que todos alguna vez de niños recurrimos, de los que todos alguna vez dependimos emocionalmente, también nos permite recordar la verdadera esencia, la humanidad intrínseca, en esa profesión.
Hace unas semanas, en el programa Todo Personalcontábamos la historia de otra maestra, en Ciudad Juárez, que se enfrentaba a un desafío completamente diferente al de Martha. En el aula, un grupo de niños, durante la clase, entre gritos, se estaban pasando un teléfono celular para ver unas imágenes. Cansada, les quitó el teléfono para ver qué era lo que los entusiasmaba tanto. El video mostraba a uno de los niños, de los jóvenes, ahí presente, matando a golpes a otro estudiante del mismo grupo que desde hace días había dejado de ir a clases. El jovencito había filmado su propio crimen y lo exhibía a sus compañeros. Dice la maestra que era de la pandilla de Los Aztecas. Él mismo amenazó a la maestra, recuperó su teléfono y ella decidió dejar esa escuela, se fue a otra. No podía enfrentarse a esa violencia dentro de su salón de clases.
Mientras esos maestros luchan, sufren, se exponen, otros bloquean ciudades, dejan a millones de niños sin clases, explotan sus condiciones de líderes, para acumular poder. En Oaxaca, anteanoche, la Sección 22 decidió, dicen, levantar el paro que ha tenido tomada dos semanas la capital del estado y con el cual bloquearon el aeropuerto durante días, con el que dejaron sin clases a más de un millón de alumnos, por un pliego de peticiones que nada tenía que ver con la educación. La Sección 22 es el sindicato magisterial que menos trabaja, el que más cobra, el que tiene más afiliados que jamás dan clase, la Sección que realiza la mayor cantidad de movilizaciones al año, la que menos y peor enseña, la que se niega a someterse a cualquier prueba tipo ENLACE porque no quiere que sus maestros sean evaluados, la que ha dejado a la niñez oaxaqueña con el peor índice educativo del país. ¿Un ejemplo? El pasado lunes decidieron levantar el paro. Regresarán a clases hasta el próximo lunes. Quizá necesitan una semana de descanso adicional. Por supuesto, el gobierno local pagará sus salarios íntegros, hayan trabajado o no.
Y el mismo día que ellos levantaban el paro, pero no volvían a trabajar, en Michoacán, su vieja aliada, la Sección 18, retomaba la estafeta y comenzaban un paro con las mismas peticiones, las mismas formas, el mismo resultado en el deterioro de una educación estatal que muestra los índices más bajos del país.
Decía el poeta Jorge Luis Borges que “no nos unía el amor, sino el espanto, será por eso, agregaba, que la quiero tanto”. Será por eso que el ejemplo de Martha, sin ser extraordinario, sin ser muy diferente a lo que se hace muchas veces en muchas escuelas, nos recordó que hay otros maestros: que esos que vemos pateando gente, bloqueando calles, embadurnando con chapopote y plumas a sus adversarios internos, no son maestros, son simples activistas de grupos políticos que hace años dejaron la responsabilidad, quizá jamás lo hicieron, de educar y sacar adelante a niños y jóvenes que son el presente y el futuro de nuestro país.

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