Conrado García Jamin
Publicado originalmente en el blog Centro de Inteligencia Política CEINPOL, el 14 de Octubre de 2009.
El término homofobia se refiere a la aversión, odio, miedo, prejuicio o discriminación
contra hombres o mujeres homosexuales, aunque también se incluye a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el caso de las personas bisexuales y las transgenéricas.
A la persona que padece de homofobia se le dice “homófobo” (sustantivo), mientras que el adjetivo correspondiente es “homofóbico” (por ejemplo, en “persona homofóbica”). Si bien la homofobia no es un término psiquiátrico ni existe nada parecido a la “homofobia clínica”, hay individuos en los que este estado adquiere extremos patológicos muy radicales, encuadrables con otros trastornos de la salud psíquica.
Algunas identidades culturales mantienen cierto grado de homofobia, donde no se tiene la homosexualidad aceptación alguna.
El problema al que nos enfrentamos es la evidente homofobia declarada por el titular de Seguridad Pública Municipal, Bretón Echerría Vitali, quien ha declarado a diversos medios informativos su determinación a impedir que la comunidad homosexual transite libremente en la ciudad, vistiendo como lo marca la Constitución de la República y del Estado: “como les de la gana”.
Bretón ha manifestado ante reporteros que los homosexuales serán remitidos a la cárcel municipal "si a juicio del oficial (agente del policía) su vestimenta atenta contra la moral o las buenas costumbres". No se si a la ciudadanía pensante le mueva a risa el profundo razonamiento del encargado de la Seguridad Pública de Monclova, obsesionado con remitir a los gays que vistan prendas femeninas en vía pública y surge otra pregunta: ¿acaso el oficial de policía también es experto en moda para determinar cuáles prendas son de unos exclusivo de la mujer?.
Pero lo cierto es que causa mayor temor el hecho de dejar al juicio (¿?) de un policía, que de ninguna manera es un dechado de moralidad, ni de virtud, mucho menos de buenas costumbres, la decisión de encarcelar a un ciudadano que decidió “salir del closet” o a los numerosos homosexuales que visten –insisto- como les da su regalada y Constitucional gana, basado en un supuesto “Bando de Buen Gobierno”, que por el simple nombre debe ser obsoleto y de paso inconstitucional.
ILUSTRANDO A BRETÓN Y A SUS AGENTES
Si la persona en la cual nuestro alcalde Pablo González González confió la seguridad del municipio, insiste en dejarse llevar por sus prejuicios de fuerte raigambre psicológica, es menester aportarle mayor información, al menos para que cuando las quejas de los y las afectad@s lleguen a la Comisión de Derechos Humanos, mi conciencia de informador esté más que tranquila.
Bretón y sus agentes se comportan como fundamentalistas. Nos recuerda a la persecución de la homosexualidad por la Iglesia Católica, constante a lo largo de la Edad Media, y si bien la sodomía (concepto normalmente utilizado) era una acusación útil que a veces se unía, y no siempre se distinguía, de la deherejía, lo que hace francamente difícil cualquier análisis.
Los procesos más sonados, como el ataque contra los templarios, acusados de entregarse a prácticas homosexuales y heréticas, son todos sospechosos y promovidos por razones políticas. En circunstancias normales los nobles y privilegiados eran raramente acusados de esta clase de delitos, que recaían casi enteramente sobre personas poco importantes y de las que tenemos pocos datos. Y hasta la fecha.
Durante los siglos del V al XVIII, la tortura y la pena capital, generalmente en la hoguera, eran los suplicios a los que se condenaba en la mayor parte de Europa a los homosexuales. La Santa Inquisición de la Iglesia Católica no se diferencia mucho en su persecución de la homosexualidad de lo que era corriente en casi todas partes, y es culpable de la tortura y muerte de innumerables personas acusadas del denominadopecado nefando.
Aún se conservan expresiones en el lenguaje que hacen referencia a la quema en la hoguera de los homosexuales. Bretón y agentes, aprendan que:
finocchio (‘finoquio’), que en italiano significa ‘maricón’ y también ‘hinojo’ (porque se envolvía a la persona en hojas de hinojo para retardar su agonía entre las llamas); aunque existe una opinión errónea (teñida de homofobia) de que la acepción insultante es moderna y proviene del término “caer de hinojos” o ‘arrodillarse’ (para realizar sexo oral). Pero en italiano “rodilla” es ginocchio y no finocchio;
faggot, que en inglés actual significa ‘maricón’ pero en el pasado quería decir ‘haz de leña’ y se relaciona con la leña con que los homosexuales eran quemados vivos hasta morir por su ”pecado contra natura”.
¿Y EL HOMOSEXUALISMO EN LA BIBLIA?
Independientemente de las creencias religiosas de los funcionarios municipales (y esto va para todos estados de la república), aun con el riesgo de excomunión que me mantiene sin dormir, no puedo pasar por alto el hecho de que el Gran Libro menciona la homosexualidad en numerosas ocasiones. Y menciono algunas: En el caso de Sodoma y Gomorra no hay homosexualidad consensuada, sino un intento de violación de hombres con fines de sometimiento y humillación (de hecho en toda la Biblia jamás se relaciona a esas ciudades con la homosexualidad, y Jesucristo y el profeta Ezequiel las relacionan con la falta de amor al prójimo y con la autosuficiencia).
Pero sí existe un caso que podría interpretarse al menos como de bisexualidad en el caso de David y Jonatán. Ocurre en la época en que la relación varonil entre guerrero y amante era común y, además, noble. El triángulo trágico de pasión, celos e intrigas políticas entre Saúl, Jonatán y David, es una franca expresión de amor entre personas del mismo sexo: “¡Angustiado estoy por ti, Jonatán hermano mío! ¡Con cuánta dulzura me trataste! “Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres”. Biblia 2 Samuel 1:26.
El autor bíblico, indudablemente, está al tanto de la varonil belleza clásica de David (1 Samuel 16:12) en este relato de amorosa lealtad (1 Samuel 18:1-5), con encuentros furtivos (1 Samuel 20:1-23, 35-42), besos y lágrimas (1 Samuel 20:41), rechazo al alimento (1 Samuel 28:32-34) y el pacto de guerrero y amante que David mantiene hasta la muerte de Jonatán (1 Samuel 20:12-17, 42). Uno no puede leer esta historia sin deducir que Jonatán era el amor de la vida de David. Deducción a la que llega el mismo Rey Saúl: “Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: ¡Hijo de mujer perdida! ¿Acaso crees que no me he dado cuenta que has preferido al hijo de Isaí, para confusión tuya y para vergüenza de tu madre?" 1 Samuel 20:30.
El punto de vista de los cristianos que aceptan la homosexualidad mantiene que la Biblia no condenó la homosexualidad en sí misma, y esto a pesar de que a los miembros de la tribu de Leví, a saber, los sacerdotes, se les prohibió el “yacer con un hombre como con una mujer” como abominación, recordando el asco que producía a la religiosidad hebrea la existencia de losqodeshím, los prostitutos sagrados o prostitutos de templo, los que sí estaban prohibidos por razones religiosas, ya que practicaban la prostitución para beneficio de los templos de los dioses y diosas cananeos. El texto es Levítico 20:13-14, y dice: “Y cuando un hombre se acuesta con un varón igual a como uno se acuesta con una mujer, ambos han hecho una cosa detestable. Deben ser muertos sin falta. Su propia sangre está sobre ellos”. Esta última frase relativa a “su propia sangre” significa que debían ser sus familiares los encargados de ajusticiarlos.
En el nuevo testamento, Jesucristo no menciona nunca la homosexualidad. En cambio su seguidorPablo de Tarso es muy explícito en 1 Corintios 6:9-11: “¿O es que no sabéis que los malvados no tendrán parte en el reino de dios? No os engañéis: ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores tendrán parte en el reino de Dios”.
Sin embargo, el significado exacto de la traducción de los términos griegos malakoì y arsenokôitai está disputado:
Es interesante advertir que la versión castellana de la Biblia de Jerusalén utiliza la expresión “los homosexuales”, en tanto que la versión francesa de ésta misma habla de “depravados” y “gentes de costumbres infames”, respectivamente. Como ha señalado un destacado investigador: “Las diferencias culturales ejercen, al parecer, considerable influencia en la traducción de los pasajes bíblicos que tratan de la m ual.” (Doctor John Boswell, de la Universidad de Yale, citado por el sacerdote jesuita John J. McNeill, en su obra La Iglesia ante la Homosexualidad, Ediciones Grijalbo, 1979, página 82.). —Comentarios Sobre los Textos Referidos a la Homosexualidad en las Cartas Paulinas.
Hay autores como el fallecido John Boswell, Profesor de Historia en la Universidad de Yale, L. William Countryman, Profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Berkeley y Robin Scroggs, del Union Theological Seminary, que dicen que la Biblia no condena la homosexualidad, basándose en estudios recientes que ponen de relieve las traducciones erróneas.
Y PARA TERMINAR: LOS INSULTOS.
En español la mayoría de los insultos homófobos van seguidos de un ‘maricón’, que curiosamente, en el mundo homosexual se utiliza ya de forma cariñosa, como un apelativo más. Tanto maricón, mariquita o sus derivados, provienen de María o su diminutivo Marica (que constituye ya por si solo un insulto), identificando a los homosexuales con la mujer, convirtiéndose asimismo en un insulto de corte machista.
Así, la identificación ‘homosexual’ con ‘mujer vulgar’ derivó en el uso de ‘marica’ (nombre vulgar que representaba para el machismo de antaño el prototipo de la actual ‘maruja’). Otros identifican al homosexual con algo débil y frágil, como mariposón, y relacionándolo de nuevo, con el llamado sexo débil (afeminado, mujeruelo,...), todo guiado por el falso mito del rol sexual entre parejas homosexuales (mito popular que dice que en las parejas homosexuales uno de los hombres adopta un "rol" de varón y el otro un "rol" de mujer), llevando incluso a una menor consideración por el homosexual ‘afeminado’ porque este ha de ser ‘necesariamente’ la mujer (craso error).
Los insultos ‘bíblicos’, pasan por la identificación errónea, pero ya clásica, de la homosexualidad con el pecado de Sodoma (en el relato de Sodoma de Génesis 19, se refleja que el pecado fue en realidad el de inhospitalidad). Un sodomita es por tanto el ‘homosexual (masculino) practicante’ (Del lat. bíblico sodomīta, del gr. Σοδομῖτις, y este del hebr. sĕdōm, Sodoma). Sodomía nació como un eufemismo para sexo anal (y por extensión para homosexualidad), puesto que el Sodoma se practicaba esta modalidad (y no necesariamente entre varones). La persecución de estos actos y tendencias sexuales por parte de la iglesia no evitó desde luego su uso. Pero curiosamente, no he reconocido en castellano ningún término ‘heredado’ de la Santa Inquisición. La cuestión es ¿por qué nuestra larga y sangrienta institución religiosa, no ha dejado tanto rastro en la persecución de la homosexualidad como en otros países? véase por ejemplo:
- finocchio (italiano): significa tanto ‘maricón’ como ‘hinojo’. Según reza su origen, es la tortura ‘extra’ aplicada a los homosexuales por la Inquisición en Italia (al menos), que envolvía al sentenciado a muerte en la hoguera en hinojos para prolongar la agonía (pues arde lentamente).
- Faggot (inglés): procede del inglés arcaico, significaba literalmente ‘haz de leña’, la leña con la cual se alimentaba la hoguera en la que ardían los sentenciados por este ‘pecado contra natura’.
Otros sinónimos (y por falta de opciones no será...) llegaron del extranjero. Bujarrón/bujarra, llega al castellano de manos del italiano buggerone (y este del lat. tardío bŭgerum), que viene a significar ‘estafador’. Se ha explicado asimismo como del latín ‘búlgarum’, como sinónimo de ‘hereje’.
Diferente grupo de insultos, son los que aluden al carácter sexual, siempre identificándolo como negativo, del colectivo gay: invertido, puto (de la identificación ‘homosexual’ con prostituta’, surge ‘puto’ muy común en la Edad Media en castellano y que pervive en América) e incluso más generales como pervertido, degenerado… Otros son pura descripción de nuestra (supuesta) modalidad sexual muerdealmohadas, soplanucas... Incluso los hay dirigidos hacia la identificación de la homosexualidad con prácticas delictivas e inmorales como la pederastia o la violación: pederasta, que procede del griego (rapaz + amante). Incluso en Francia ha ‘degenerado’ en el insulto homófono más habitual, en forma de cultismo, ‘péde’, diminutivo de ‘péderaste’ y eufemismos derivados como ‘pédale’ (pedal). Otros aluden a un comportamiento ‘fuera de lo normal’, como loca, trolo...
Hay insultos que tienen un origen ‘extraño’, por no decir desconocido. Sarasa en Argentina es ‘un largo etcétera’, y es de origen onomatopéyico. No se sabe muy bien cómo, en España se utiliza hoy para designar a un homosexual masculino afeminado.
Tan denostado ha sido el mundo homosexual, que a partir del siglo XIX se optó por el uso de neologismos para ‘eliminar las negatividades’, no siempre muy acertadamente. ‘Homosexual’ fue introducido a finales del siglo XIX (a partir del griego ‘homos’ (lo mismo) + el latino ‘sexual’). En origen era un término ‘neutro’ creado para pedir la revocación de las leyes anti-sodomía en Prusia, sin recurrir a términos peyorativos. Sin embargo, esa neutralidad desaparece cuando se utiliza como una enfermedad psicológica en “Psychopathia Sexuales” (1886), de Krafft-Ebing dentro del grupo de desviaciones sexuales. Por este motivo, especialmente desde los países anglosajones, se ha rechazado el término para su uso común, y como consecuencia directa, los colectivos hispanohablantes optaron igualmente por otro término: gay.
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