BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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martes, 26 de julio de 2011

ANTIPSIQUIATRIA: DOGMATISMO Y DEMAGOGIA

Trastornos psiquiátricos son también trastornos del funcionamiento del cerebro

Luis Diego Herrera Amighetti / Psiquiatra

El último artículo de don Andrés de Muller (“Antipsiquiatría: una forma de salud mental”, La Nación, Foro, 20/07/2011), en que propone que la posición ideológica de la antipsiquiatria es una forma de salud mental, es una oportunidad para extenderme en algunos conceptos que son de interés general, más allá de las convicciones ideológicas de don Andrés. Una lectura cuidadosa del texto evidencia lo siguiente: la idea del título del artículo no tiene sustento en el contenido; no nos dice en qué forma su posición antipsiquiatría es un forma de salud mental. En general, desconfío de las posiciones que se levantan como antagonistas de algo existente en vez de proponer algo nuevo, constructivo y diferente.
La primera parte del artículo, don Andrés se entretiene con una enumeración de lugares comunes que no aportan nada a la discusión y trata de fortalecer su posición con citas que obviamente que a él le parecen geniales pero son, en el mejor de los casos, confusas o blandengues conceptualmente. Por ejemplo, don Andrés comenta que no es miembro de la Cientología y que profesa la fe católica.
Debería revisar entonces sus fuentes porque sus argumentos son calcados de la Cientología y, por el contrario, no reflejan la posición de la Iglesia Católica con respecto a la enfermedad mental cuando esta recomienda “que los sacerdotes estén conscientes de que los trastornos de la conducta son frecuentemente causados por un desequilibrio bioquímico, deficiencias nutricionales o reacciones inmunológicas, reacciones a alimentos o al ambiente y que la corrección de estos trastornos es posible. Recomendamos que las diócesis y las parroquias deben guiar a las familias a estas terapias modernas...” (Consejo Pontificio para la familia, 2004). Con esto reitero mi afirmación de que don Andrés no se informa bien y no es cauteloso en sus afirmaciones. La referencia a Chesterton no basta, don Andrés, tiene que informarse bien.
Escasa documentación. Luego don Andrés me llama demagogo porque comparo los procedimientos diagnósticos de la neurología con los de la psiquiatría porque en su dogma, los psiquiátricos no existen y los neurológicos sí. Eso nada más lo afirma, no lo rebate ni documenta. Los trastornos mentales son alteraciones también del funcionamiento del cerebro, no solo de la mente, como si esta existiera independientemente del cerebro. Todo lo que ocurre a nivel mental tiene un correlato biológico en el cerebro, el cual puede ser considerado normal o anormal. Los psiquiatras del siglo XXI entendemos al ser humano y su conducta como el resultado de la integración de la mente y el cuerpo.
Si don Andrés no acepta que los trastornos psiquiátricos son también trastornos del funcionamiento del cerebro, es porque desconoce la información o porque sus ideas son dominadas por un dogma, en donde los diagnósticos psiquiátricos no son válidos como sí lo son las alteraciones neurológicas como el alzhéimer o endocrinas como la diabetes. La esquizofrenia, por ejemplo, que afecta al 1% de la población mundial, es considerada por el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, la Asociación Médica Americana y todas las organizaciones médicas del mundo desarrollado, una enfermedad degenerativa del desarrollo del cerebro cuyas manifestaciones avanzadas son los síntomas psicóticos. Por eso hice la comparación con la demencia del alzhéimer. Existen evidencias anatomo-patológicas (análisis del cerebro en las autopsias), de imágenes cerebrales (resonancia magnética funcional), bioquímicas (marcadores de receptores NMDA y GABA) y genéticas (alteraciones de la secuencia en el cromosoma 22q11) que documentan la afirmación anterior.
Si don Andrés quiere refutar esto, que nos enseñe la literatura médica científica en que se apoya. Por ahora, nos da referencias irrelevantes y nos manda a leer Bésame mucho.
Comparación insultante. El artículo llega a su clímax de irracionalidad y dogmatismo cuando don Andrés hace un paralelismo entre las asociaciones de psiquiatría y el nazismo (porque nos organizamos en comisiones). Dependiendo de cómo se vea, don Andrés tiene una opinión muy mala de los psiquiatras o una muy buena de los nazis. Pero es precisamente este tipo de comparaciones desabridas e insultantes las que son parte de los discursos demagógicos, no mi análisis comparativo de ambas entidades.
Dogmáticamente, don Andrés niega que las enfermedades mentales sean reales. Para él, prueba de ello es que no existían hace 8.000 años (vamos a aceptar que fuera así, nada más para valorar este argumento). Los trastornos mentales, al manifestarse por medio de los sentimientos, las ideas y la conducta, no solamente son los más complejos de todo el campo de la medicina, sino que necesariamente están en interacción con el contexto social y cultural de la persona que los sufre. Por ello, los psiquiatras, hace más de cien años, han trabajado el área de la antropología de la salud mental. Hemos sido los más conscientes y preocupados por entender la relación entre cultura y psiquiatría. Existen docenas de libros y miles de artículos publicados al respecto. Esto se le escapó en su “documentación exhaustiva” o no le cuadró en su dogma anti-psiquiátrico.
Ahora, más allá de la opinión de don Andrés, los psiquiatras estamos trabajando activamente en el campo de la epigenética que puede decirse que es el de la interacción entre los genes y el ambiente. Entonces, los psiquiatras creemos que ambientes nocivos pueden desencadenar trastornos mentales en personas predispuestas y ambientes sanos evitar su manifestación. Por supuesto que esto no invalida la existencia y validez de los diagnósticos psiquiátricos. Por ejemplo, es concebible que la diabetes, su frecuencia y características, fueran muy diferentes hace 8.000 años. Tal vez la diabetes no existía porque el estilo de vida nómada, alimentación alta en fibra y proteínas y baja en carbohidratos hacía que el metabolismo de la glucosa se mantuviera en homeostasis de tal manera que no se desencadenaba este trastorno metabólico. Se podría pensar que la modernización conlleva hábitos que alteran este equilibrio y que estos factores ambientales, con el tiempo, introducen cambios epigenéticos, en el genoma que luego se estabilizan y se transmiten como vulnerabilidades que se pueden amplificar y manifestar dependiendo del estilo de vida. Sin embargo, a nadie en su sano juicio se le ocurriría afirmar que la diabetes no existe.
El punto que oscurece todo el razonamiento de don Andrés es que dogmáticamente se resiste a aceptar que el cerebro, que está hecho de células y procesos químicos y fisiológicos como cualquier otro órgano, también se enferma. Sería extraño pensar que no fuera así, a menos que se tenga la idea de que el cerebro es un órgano que tiene una naturaleza diferente al resto del cuerpo. Lo que pasa con el cerebro es que es sin duda el órgano más complejo del ser humano, complejidad que no se riñe con que se pueda alterar su función y su estructura.
Para ilustrar más el dogmatismo de don Andrés, véase, por ejemplo, lo que ha ocurrido en los últimos 100 años con el cáncer. El número de tipos de cáncer ha aumentado varios cientos por ciento y según la Organización Mundial de la Salud, para el año 2020 tendremos un 50% de muertes más por cáncer que en el 2010. Habría que estar totalmente delirante para pensar que esto es un invento de los oncólogos que se sentaron a inventar diagnósticos por votación y ampliar el mercado de pacientes.
Lo que ocurrió con la oncología y con muchas otras disciplinas más, como la genética y la psiquiatría, es que se produjo un avance acelerado en la comprensión e identificación de diferentes entidades y por eso se diagnostican más ahora. Es un producto del desarrollo de la sociedad y de la ciencia, no de la conspiración de grupos interesados.
Finalmente, don Andrés parece añorar una vuelta a formas de organización social idílicas en donde, según él, los trastornos psiquiátricos no existían y éramos felices y cooperadores, y las leyes de la evolución no dominaban el desarrollo de los seres vivos (como las inventó Darwin, posteriormente, seguro no habían entrado en actividad). La compasión y la cooperación hacia los seres humanos, particularmente a los enfermos, no se logra con posiciones radicales dogmáticas que desconocen su existencia. El reto es la aceptación de la enfermedad mental, la educación para eliminar el estigma asociado a estos trastornos y estudiar e investigar para ofrecerles a estas personas mejores formas de apoyo y tratamiento.

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