Carlos Manuel Valdés / Vanguardia
Para Juventina Dávila
Un buen día se le ocurrió que la gente andaba desviada. Trató de llamar su atención hablando en plazas, mercados y, aún, en el atrio del templo, pero nadie le hacía caso: “Estoy predicando en el desierto”, dijo, y aceptó su fracaso. Entonces recurrió a algo más fuerte. Salió de su casa en pelotas y, pensando que quizá eso no sería suficiente, se rasuró la mitad de su barba y su cabeza, se colocó unas cadenas en manos y pies y recorrió las calles. Ahora sí. Primero lo siguieron los niños, luego los adultos se acercaron. Él se dio el gusto de mentarles la madre a todos. “Han traicionado a Dios”, decía, “serán castigados”. Por supuesto que esto sucedió hace dos milenios y medio y, el actor, el hombre de choque, era nada menos que el profeta Isaías. De manera que se hizo pasar por loco o excéntrico para que voltearan a verlo, y voltearon. Su prédica no fue nada más religiosa sino muy política. Se refirió con fuerza a la injusticia, a la existencia de pobres y viudas maltratados y a los excesos de los poderosos.
En estos días alguien colocó mantas en la Catedral de Saltillo diciendo que el obispo Raúl Vera no era católico y que debería hablar nada más de religión. La propuesta es digna de ser analizada y nuestro Obispo también. La pregunta es qué significa ser católico y si la religión forma un ámbito absolutamente ajeno a la “polis”; es decir, a lo que interesa a la sociedad o a cada uno de sus individuos. Algunos pensarían que los católicos no están acostumbrados a que los sacerdotes u obispos tengan opiniones sobre lo que los rodea. Esto es un decir, porque muchos obispos, por ejemplo el Cardenal de Guadalajara y el obispo de Ecatepec, tienen años codeándose con los poderosos, sirviendo abiertamente a algunos políticos, hablando de muchas cosas que no son religión. Si Sandoval Íñiguez condena a los homosexuales y cabildea al Gobernador de Jalisco hasta sacarle 90 millones de pesos, ¿estará hablando de religión? Si el obispo Onésimo Cepeda manipula a una anciana para que le entregue 130 millones, ¿será muy católico?
La última vez que Carlos Monsiváis estuvo en Saltillo al final de su magnífica conferencia dijo (reconstruyo) que teníamos al mejor Obispo y que lo cuidáramos. No es necesario que todos estemos de acuerdo con Monsiváis o con Raúl Vera (yo mismo a veces no coincido con éste), pero es claro que tenemos en él a un ser raro, excepcional. Si fuese cierto que se sale de su terreno porque defiende a las viudas de los mineros de Pasta de Conchos, porque atiende a los homosexuales o porque exige respeto a los derechos humanos de los migrantes, entonces, ¿qué terreno quieren que pise? Si no es católico porque ataca vehementemente a los poderosos, entonces definan qué es lo que significa ser católico.
Sucedió también hace siglos. Un rey estaba tocando la lira en su terraza y vio a una muchacha hermosa. Se dijo: “Ésta belleza debe ser para mí”. Preguntó por ella y, ¡oh, decepción!, estaba casada. ¿Cuál problema? Pidió a su general que enviara al marido al frente de batalla y, por supuesto, murió dando la vida por su patria y su rey. Éste se apropió de la viudita. De pronto aparece en su palacio un viejo que le cuenta una parábola: había un hombre que tenía un gran rebaño de ovejas. Cerca de él un pobre tenía nada más una borreguita, que era su tesoro y la quería mucho. El rico se la robó. Pregunta al rey, ¿qué haría usted con ese rico?: “Lo acabaría, lo encarcelaría, le quitaría su rebaño”, respondió. Pues usted es ese rico que, teniendo todas las mujeres del reino, mandó matar a Urías para robarle a su esposa.
Es evidente que el rol profético no se da en árboles. Los profetas son necios, imprudentes. Pero ¡cómo hacen falta! No sé ni me interesa saber si Raúl Vera tiene esa vocación, pero las cosas que hace son necesarias y pocos “católicos” se atreverían a hacerlas. La pregunta a los que escribieron las mantas es si sabrían distinguir entre católico y cristiano. Leyendo el Evangelio es fácil saber que Cristo hablaba de política y hacía cosas que molestaban a los injustos, los gobernantes, los poderosos. Tal vez Raúl Vera intenta imitar al Maestro, ¿alguien diría qué no?
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