Lydia Cacho
Es un niño, flacucho que se muerde los labios con la ansiedad de quien se ve forzado a explicar su comportamiento frente a periodistas que no se preocupan por cubrir su rostro. A cada pregunta baja la mirada, los hombros caídos, las manos restregándose, mira de reojo a los adultos que le rodean y que sin abogado o tutor presente han decidido hacerle un juicio mediático. Rodeado de soldados armados, este niño no sólo fue arrebatado de su infancia por Jesús Radilla Hernández (a) "El Negro",nuevo líder del Cártel del Pacífico Sur (CPS, Beltrán Leyva en Morelos); además fue linchado moralmente en un espectáculo mediático. La noticia plagada de exageraciones le dio la vuelta al mundo.
¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana? Que una psicóloga experta asegure en la radio que el niño es un psicópata sin haber elaborado peritaje, pero “por lo que muestran los medios” asegura que estos niños “nacen malos”. Qué mejor para nutrir el mito de un México cruel, despiadado, infame y sin cura para su violencia que usar a un niño como emblema.
No se nace malo o bueno, se aprende, o no, a dar connotación moral a nuestras acciones. La violencia se aprende y miles de niños son víctimas y producto de los cárteles, en Brasil, Colombia y México (entre otros).
No nos dijeron que es un niño nacido en los Estados Unidos, maltratado desde que se acuerda, que vivía en un barrio de Morelos con sus hermanas cuyos padres hace rato se desentendieron de su bienestar. Apenas a los doce años fue secuestrado por el líder de sicarios que lo indujo a las drogas y, con una mezcla de afectos paternales y amenazas le enseñó a usar armas. Pequeño, con 45 kilos y brazos flacuchos, fue utilizado para ultimar la vida de cuatro personas previamente torturadas por adultos, según informa uno de los soldados que se negaba a que lo exhibieran. El chico no se ufana, como han querido mostrar los medios, ni es una máquina de matar, como dijeron amarillistas. Es otra víctima de los cárteles, de la violencia intrafamiliar, de la Trata de menores para fines criminales.
¿Por qué matabas? Le pregunta el periodista como si hablara con un asesino profesional. Se muerde los labios, frunce el seño con miedo y responde “Me ordenaba "El Negro". Sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía”. ¿Por qué te metiste en esto? Insiste el entrevistador: "No me metí, me jalaron". ¿Estas arrepentido? "Sí, de haber entrado a esto y de matar".
Sabemos que un psicópata es incapaz de sentir remordimiento o empatía. Es claro que el niño desarrolló mecanismos de defensa ante la violencia que aprendió a reproducir. Encasillarlo con otros asesinos es injusto y peligroso.
“El Ponchis” debe ser protegido del linchamiento. Usarlo como ejemplo del sicariato infantil es imperdonable. Darle una oportunidad terapéutica y abrir espacios para rescatar a otros chicos en situación similar es lo ético. A estos niños les urgen héroes que no sean violentos, familias alternativas que les protejan, una sociedad que les enseñe que hay otras formas de tener poder lejos de la muerte. Y una prensa más responsable con la infancia.
Para publicar el jueves 9 de diciembre
Esa es todavía puro cuento, Héctor
Ciro Gómez Leyva
Héctor Aguilar Camín respondió ayer aquí a las preguntas que le hice hace unos días tras su afirmación de que en el tema de la inseguridad, los periodistas nos portamos como tontos. Respuestas que merecen un comentario amplio. Hoy tomo sólo un párrafo.
Héctor dice que, hecho por hecho, los medios estamos diciendo la verdad, “pero que la imagen acumulada es falsa, o tan desbalanceada que se parece más a una mentira que a una verdad”.
Puede ser, pero ¿qué pasa cuando el hecho es falso en sí? Ahí es donde creo que se da el naufragio: no en las imágenes acumuladas, sino en el mal registro de los hechos, que lleva a la consiguiente presentación de un hecho falso o desbalanceado.
Ponía ayer el ejemplo de una nota de ocho columnas (Reforma), “Llegan al DF narcocuotas”, basada en fuentes anónimas y una sola fuente acreditada (el presidente de la Coparmex-DF) que, a la primera de cambios, suaviza, si no es que desmiente la información.
No hay una fuente sólida que confirme la expansión de las extorsiones a comercios en la capital. No lo hacen los comerciantes, el gobierno, la autoridad judicial ni el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública del DF.
Le pido las cifras de 2010 al presidente de dicho Consejo, Luis Wertman. Responde con números actualizados al 30 de noviembre. Se han registrado 119 mil intentos de extorsión (a personas y comercios); de ellos, 115 mil 800 han sido contenidos o se han disuelto. Se han consumado, por tanto, 3 mil 200.
“Representa una disminución de tres por ciento respecto del año pasado”, evalúa Wertman. A mí 3 mil 200 extorsiones consumadas me parecen una barbaridad, pero no encuentro un dato para informar que se han disparado.
Así que esa, Héctor, me parece todavía puro cuento.
Hasta aquí Lydia Cacho. Ahora vea éste reportaje especial colombiano que aborda a fondo el tema de los niños sicarios en aquel país. Triste realidad a nivel mundial.
Estimado Conrado, buena bitacora, felicidades! =D
ResponderEliminarRespecto del chamuco sicario, te aseguro que no sera el primero ni el ultimo!, producto de la sociedad podridad de la que todos felices formamos ya parte:
1. A sus "padrinos" sicarios; fusilamiento publico sin derecho a juicio.
2. Al chamuco malvado; evaluacion y ayuda psicologica para tratar de enderezarle. Honestamente, dudo mucho que asi sea (una manzana podrida, podrida se queda SIEMPRE, y pudre a las otras). No todos merecen una segunda oportunidad.
Los medios taravisivos son los rating y publicidad, en verdad un asco!
Cordiales saludos.