Tatiana Martínez Hernández / Prensa Latina
Una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de violencia y la práctica se expande como epidemia tanto en naciones desarrolladas como en las más pobres. Sólo en Honduras 291 fueron asesinadas este año.
¿Se podrá hablar entonces según esas estadísticas de caminos hacia la plena emancipación de la mujer y de la dignificación de ese sector poblacional reservorio natural de la nueva vida humana?
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) reconoció que esos datos son inadmisibles y alcanzan proporciones de epidemia con fatales consecuencias para la salud, el desarrollo social, el económico y el bienestar general.
El concepto básico de la ONU de que "todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada", sintetiza la posición internacional ante el fenómeno.
En 1999, Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en recordación de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), tres activistas políticas de República Dominicana asesinadas ese día de 1960 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Las estadísticas de las vejaciones quedan por debajo de la realidad y la verdadera historia está por escribirse ante el miedo y el silencio de muchas féminas que no denuncian a sus victimarios, entre los que se encuentran sus parejas y otros familiares, según organizaciones internacionales.
Queda mucho por hacer en cuanto a derechos de género se trata, pues el camino andado durante siglos de lucha por la plena igualdad de la mujer y las leyes nacionales e internacionales que condenan los vejámenes contra las féminas no alcanzan a liquidar ese flagelo que subyace en las conciencias.
El Centro de Derechos de la Mujer de Honduras responsabilizó al Estado por el asesinato de 291 féminas en lo que va del año, más de la mitad de ellas en San Pedro Sula y en la capitalina Tegucigalpa, y advirtió que tales hechos quedan impunes en su mayoría.
"Las matan porque los hombres se sienten con el poder para actuar usando la fuerza, amparados por la impunidad y la permisividad social y del Estado, donde los crímenes se acumulan sin que se aplique la justicia", denunció la organización.
Carolina Sierra, del Foro de Mujeres por la Vida del país centroamericano, afirmó "que se trata de ajustes de cuentas, problemas pasionales, pandillas y narcotráfico; sin embargo, jamás se ahonda en sus causas".
México es otra nación latinoamericana que sufre las consecuencias del machismo y los datos, aunque reservados, muestran que 67 de cada 100 han padecido maltratos en cada una de sus manifestaciones.
Guatemala es el país centroamericano con mayor índice de asesinatos de mujeres y de violencia sexual, sobre todo en el periodo del conflicto interno (1960-1996), y los responsables no son sometidos a la justicia.
Ante la impunidad judicial allí, la Unión Nacional de Mujeres emitió un comunicado que denuncia las agresiones diarias a miles de ellas, de todas las edades, etnias y clases sociales, en las calles, ómnibus, escuelas, centros de trabajo y en el propio hogar.
Mujeres del llamado primer mundo también son víctimas de agresiones. Amelia Amaya (36 años) de la Comunidad Autónoma Vasca en España, murió en julio pasado por la paliza que le propinó su pareja tras una discusión. Con ella suman 75 asesinatos en el país europeo, 20 más que el pasado año.
La xenofobia en Europa las afecta de manera sensible. Las emigraciones para el norte, que deslumbra a los desposeídos del planeta, constituyen hoy un problema para los gobiernos desarrollados, donde el tratamiento a estos sectores transita desde los privilegios a algunos por razones políticas hasta la segregación, deportación y los métodos de tipo fascista.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que la trata de mujeres y niños, que casi siempre se realiza para la explotación sexual con fines comerciales, genera hasta 8,000 millones de dólares anuales.
Tal delito se convierte hoy en una amenaza mundial que se expande de manera vertiginosa. Sus enormes ganancias vinculan a los tratantes con redes de delincuencia organizada internacional.
Las mujeres y niñas pobres figuran entre los principales grupos afectados debido a su marginación y limitados recursos económicos. Algunas participan voluntariamente animadas por promesas de mayores ingresos y la esperanza de dejar atrás la pobreza.
África merece punto y aparte para el tratamiento del tema. Allí siglos de colonialismo y drenaje de sus enormes recursos naturales, primero por sus metrópolis y en la actualidad por las grandes transnacionales, que hacen de este continente el más pobre del mundo.
Sin embargo, las mujeres cargan sobre sus hombros una buena parte del avance africano y cada vez desvelan el mito de ocupar el último lugar en la sociedad que las discriminó por su sexo.
Una campaña global de organizaciones feministas propone a la ONU conceder a las mujeres africanas el Premio Nobel de la Paz 2011 por su tenaz lucha y batalladora resistencia.
A pesar de logros en el plano legal y políticas de apoyo a la igualdad de género, las féminas del continente, tanto musulmanas, cristianas, católicas o de otras religiones al norte y sur del Sahara están a la zaga del desarrollo y prevalecen costumbres que en pleno siglo XXI resultan contraproducentes con la dignidad del ser humano.
Datos de la ONU revelan que 70 millones de niñas y mujeres actualmente en vida han sido sometidas a la mutilación/ablación genital femenina, fundamentalmente en la región central de África, el Cuerno africano, Egipto y también en Yemen, del Oriente Medio.
Se han detectado casos en Europa, Australia, Canadá, Colombia y Estados Unidos, principalmente entre los inmigrante procedentes de África y Asia sudoccidental y en algunas tribus indígenas.
Los organismos de Naciones Unidas, al referirse a la ablación, aseguran que las tradiciones son más fuertes que la acción legal, por lo cual es necesario un sistema de acción colectiva de educación desde las comunidades de base donde se practica.
De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), entre 85 y 114 millones de mujeres y niñas, la mayoría de las cuales vive en África, el Oriente Medio y Asia, han sido sometidas a la mutilación de sus genitales.
Esa práctica, conocida también como la "circuncisión femenina", consiste en extirpar total o parcialmente el clítoris y otros órganos genitales. Su forma extrema, la infibulación, consiste en extirpar el clítoris y ambos labios y la sutura de la vulva, dejando solamente un pequeño orificio para permitir el paso de la orina y el flujo menstrual.
Tal violación a los derechos de las niñas la conoce bien la exmodelo somalí Waris Dirie, embajadora de la ONU contra la ablación, quien sufrió infibulación a los cinco años, y labora como promotora para eliminar esa práctica discriminatoria que provoca la muerte a muchas de las menores y daños físicos y psicológicos irreparables.
En los conflictos armados, las mujeres y los niños son las poblaciones más vulnerables contra quienes se cometen abusos y violaciones sexuales y otros delitos condenados en los convenios internacionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial y en los principios del derecho internacional humanitario.
Las guerras en Iraq, Afganistán, en la ex Yugoslavia, Ruanda, Somalia, República Democrática del Congo, Sudán, Palestina, son ejemplos de flagrantes violaciones contra las mujeres por parte de militares de ambos bandos rivales.
Según el portavoz de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), entre enero y marzo de este año se reportó la violación de mil 244 mujeres en la República Democrática del Congo.
Los datos expuestos son un breve panorama, pero la realidad supera estos comentarios. No bastan hoy las medidas de organizaciones internacionales y de gobiernos para dejar de ver a la mujer inferior y subordinada al hombre, pegada a su costilla como Eva a Adán. Es urgente y necesario dignificar su lugar en la sociedad.
Continúa inequidad y violencia contra mujeres
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