Florencia Pereira Cabrera
"Mejor vivir cinco años como rey, que 50 como güey (tonto)." Esta frase, acuñada por adolescentes en el norte de México, resume el drama que vive la generación narco, que ha resignado su infancia para sumarse a las filas del crimen organizado.
Son miles de menores de edad que han perdido mucho más que la inocencia: jóvenes sicarios, niños muertos en fuego cruzado, alumnos que dibujan sangre y muerte son parte de la realidad mexicana.
Las nuevas generaciones no están ajenas a las consecuencias de la guerra que libra el presidente Felipe Calderón contra los carteles de la droga, que desde 2006 ha dejado más de 30.000 asesinatos. De ellos, más de 1000 son de menores de edad, según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
"Se ha instaurado una narcocultura, en la cual los capos se han convertido en todopoderosos que tienen acceso a mucho dinero. Son referentes cuestionables y denostables, pero al final son referentes atractivos que han ido creciendo a falta de otros", afirma Juan Martín Pérez García, director de Redim.
En un país donde, a diferencia de lo que sucedió en el resto de la región, la pobreza aumentó, según datos de la Cepal, y donde la cifra de jóvenes que no estudian ni trabajan asciende a siete millones, las posibilidades de terminar dentro del crimen organizado aumentan. "Cada año, en nuestro país, el número de rechazados para el bachillerato supera el triple de la población que está estudiando", agrega Pérez García.
Unos 30.000 menores de edad han sido reclutados por el narcotráfico, quienes son usados en toda la línea de producción y tráfico de drogas.
También se registran casos como el del niño sicario apodado "El Ponchis", que con tan sólo 14 años aceptó ser responsable de por lo menos 11 ejecuciones, según las declaraciones que hizo tras su detención hace un par de semanas en Morelos.
"Los menores no evalúan lo que están haciendo, lo ejecutan por emoción, por adrenalina. Y al empezar desde tan chicos corren con el riesgo de desarrollar una psicopatía, ya que pierden la capacidad de empatía", advierte Martín Barrón, historiador y criminólogo del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Para el crimen organizado, contratar a los menores de edad representa ciertas ventajas; el pago que se le hace es mucho menor y su actuación puede ser ocultada, además de que las condenas son menores.
"Lo que se le puede pagar a un menor es mucho menos. Además, en el caso de un adolescente, el hecho de obtener protección, acceso a un estatus, a un vehículo y el sentido de pertenencia pueden ser muy atractivos", afirma Barrón.
Otro hecho que destacan los expertos es que los adolescentes ingresan muchas veces en las filas del crimen organizado atraídos por sus pares y familiares. Así, el pertenecer a un cartel se convierte en una herencia. "Casi toda la delincuencia organizada está formada por familias. Por ejemplo, el cartel de los hermanos Arellano Félix, son los hermanos, los hijos, esto es una cuestión familiar", añade el criminólogo.
En las escuelas
"Estamos viviendo una etapa muy compleja en la cual se está normalizando el uso de la violencia como código de relación en toda la sociedad y en sus diferentes segmentos, y eso lo vemos reflejado en las escuelas", insiste Pérez García.
El incremento de la tasa de homicidios en los estados del norte del país se ha multiplicado por tres de un año a otro, especialmente en el segmento de 15 a 17 años. "Hay que ser más violento que el otro para poder sobrevivir", explica Barrón, sobre las escenas de ejecutados y descabezados.
Redim identificó en un estudio alternativo tres tipos de impacto a nivel de los niños y adolescentes víctimas, el primero en lo que respecta a los niños asesinados, que tan sólo en este año se contabilizaron 166, según reportes de prensa, ya que no existen cifras oficiales. En segundo término, a los niños lesionados, que no existen cifras al respecto, y el tercero, se refiere al impacto de la violencia en la socialización y en la psicología infantil. Según una encuesta del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad realizada a nivel nacional, el 50% de los padres no deja que sus hijos salgan a jugar a la calle y esa cifra asciende al 70% en localidades como Ciudad Juárez.
"Los niños están perdiendo una parte importante de su socialización al reducirse sus espacios de interacción en la vía pública", dice Pérez.
La violencia con la que conviven los niños en algunas zonas del país ha llevado a que los inocentes ranchitos, flores y soles sonrientes en los dibujos infantiles sean sustituidos por ejecuciones, tiroteos y ataques.
Este año, la Comisión de Derechos Humanos de Michoacán, uno de los estados más golpeados por la violencia del narcotráfico, convocó a un concurso de dibujo para niños en el cual el tema fue el "México que yo vivo". Un niño en Uruapan elaboró un comando armado al que le puso nombre: los Zetas. Las escenas se repitieron en varios dibujos.
A esto se agrega, que en algunos estados del norte del país, los niños sumaron a las tareas escolares el manual de cómo enfrentar un tiroteo o un ataque. En el estado de Nuevo León, los maestros deben enseñarles a sus alumnos que en caso de escuchar detonaciones deben agazaparse y evitar mirar por las ventanas.
LA EVOLUCION DE LOS CHICOS NARCOS
1.- De 9 a 10 años
Más de 30.000 menores de edad han sido reclutados por el narcotráfico en México. Las primeras tareas que cumplen son las de informantes.
2.- 12 años
Cuando ya tienen algunos años de experiencia, se los empieza a usar como vigilantes de casas de seguridad donde mantienen a los secuestrados.
3.- 16 años
A esa edad ya se "reciben" de sicarios. En algunos casos emblemáticos, como el de "el Ponchis", ese iniciamiento en el asesinato puede ocurrir aún antes. (La Nación)
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