Se sabe su nombre y su apellido. Se conocen sus direcciones exactas, el número de personas que emplean y el monto de sus ganancias brutas y netas, con base en las que se hace el cálculo de sus aportaciones fiscales. Sus clientes sólo tienen que hacer dos cosas: cumplir en unos pocos minutos (time is money) con unos laxísimos requisitos, y pagar. Eso sí: pagar inmediatamente. Así es el comercio de armas en Estados Unidos.
Lo cierto es que este hecho —conocido de todos, desde hace mucho tiempo— pone en evidencia la extraordinaria asimetría de las relaciones entre México y Estados Unidos. Veamos. Todos los países con gobiernos estables tienen disposiciones para supervisar lo relacionado con las armas: desde su fabricación hasta su utilización, pasando, por supuesto, por su comercialización o tráfico. En prácticamente todos esos países, la posesión de armas de fuego está muy restringida y controlada. En Estados Unidos, no. Los partidarios de esta rarísima excepción la justifican con argumentos históricos y culturales grotescos; pero los productores y comerciantes de armas están totalmente de acuerdo.
La sociedad mexicana es una consumidora moderada de drogas ilegales. Son mucho mayores los perjuicios provocados por el consumo de tabaco y bebidas alcohólicas que los que genera el consumo de marihuana, cocaína y drogas sintéticas. Es casi seguro, también, que las adicciones a las grasas y las harinas tengan más repercusiones médicas (y, por ende, económicas) que las adicciones a las sustancias prohibidas. En un descuido, las consecuencias directas e indirectas de la ludopatía (compulsión por los juegos de azar, mal universal, prácticamente erradicado de México hasta 2006, cuando el gobierno federal autorizó la propagación de “bingos” o casinos para pobres) son más graves que las de la adicción a algunas de estas substancias. Sin embargo, las drogas son ilegales; y el tabaco, el alcohol, la comida chatarra y las casas de juego son legales.
Imaginemos un instante, para evidenciar la asimetría que estos dos hechos suponen, que las cosas fueran al revés: las drogas legales en México y las armas ilegales en Estados Unidos:
1. Además de tomates, atunes y aguacates, México sería el principal productor de marihuana del mundo y estaría desarrollando técnicas agrícolas y de mercadeo para desbancar la cocaína colombiana.
2. Las colas en los pasos fronterizos estarían de ambos lados: de allá para acá, serían cientos de miles los estadounidenses ansiosos por pasar a México para divertirse sanamente y darse un toquecito legal. Los restaurantes y bares de las ciudades fronterizas serían negocios prosperísimos. En el Golfo, el Pacífico y el Caribe, no habría “cárteles”, sino lujosas cadenas hoteleras cuyos “all inclusive” incluiría, según los paquetes, raciones diarias de ciertas drogas. “Esnorqueleo LSD con delfines” en Chetumal, sería una de las atracciones más célebres del mundo.
3. El gobierno mexicano regularía la producción, comercialización y consumo de droga, cuyos beneficios fiscales serían equiparables a los de las remesas enviadas por los trabajadores desde el extranjero. Una parte suficiente de estos ingresos se destinaría para atender a los adictos mexicanos y para llevar un registro minucioso —con fotografía y huellas— de los consumidores extranjeros.
4. En México, el mercado negro de armas sería cosa de clases medias y altas: la pistola más barata costaría cinco mil dólares y una bala calibre .38, mil quinientos pesos. Los fusiles de combate y las subametralladoras de asalto serían productos exóticos, al alance de unos pocos y ricos excéntricos. Esto sería posible gracias al servicio aduanero mexicano y, marginalmente, a la cooperación de todos los sectores y niveles de gobierno de Estados Unidos, que invertiría dos por ciento de su PIB en la lucha contra el tráfico de armas y no dudaría en convertir sus ciudades fronterizas en zonas de guerra con tal de detener y “abatir” a esas representaciones del mal absoluto: los mercaderes de armas.
4.Las mafias mexicanas, transformadas en empresarias de la droga, serían las primeras interesadas en mantener el orden. Cosa no demasiado difícil, con grupos delincuenciales armados, la mayoría de las veces, con fusiles Mendoza calibre .22 manufacturados en los años ochenta del Siglo XX.
"Tráfico de armas y drogas van unidos"
Robert Munks, editor para las Américas de esa revista británica, declaró a BBC Mundo que Colombia, México, Centroamérica y la llamada Triple Frontera, entre Argentina, Paraguay y Brasil, son los más afectados por el tráfico de armas y dijo que "mientras haya tráfico de drogas existirá el tráfico de armas".
Se dice que cada año ingresan ilegalmente a Colombia decenas de miles de armas de fuego, entre fusiles, subametralladoras y revólveres. ¿Cuál es la extensión del problema?
Colombia es quizás el país más afectado de toda América Latina por esta situación. Todos los actores (del conflicto interno) los rebeldes, los paramilitares, los carteles de droga han intentado obtener armas de todos lados.
El gobierno colombiano ha señalado en el pasado que las FARC, el grupo insurgente más grande de Colombia, ha intentando obtener misiles tierra-aire, y en el informe que publicamos nosotros revelamos el descubrimiento en un campamento de las FARC de algunos lanzacohetes AT4 que previamente habían sido vendidos al ejército venezolano.
Por el momento no se sabe cómo estos lanzacohetes han acabado en manos de las FARC.
¿Cuáles son los principales destinos de las armas y por qué vías son traficadas?
El flujo de armas más importante es desde Estados Unidos hacia el sur y esto es un punto delicado en las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos.
El gobierno mexicano siempre ha insistido en que Estados Unidos haga más para impedir el flujo de armas hacia el sur.
En México el tráfico de armas está relacionado con el tráfico de drogas y muchas veces se utilizan las mismas rutas para el tráfico de armas que para el tráfico de drogas.
Se estima que por la frontera entre Estados Unidos y México pasan ilegalmente cada día hasta 2.000 armas
¿De qué tipo específico de armas estamos hablando?
Estamos hablando de pequeñas y hasta de rifles de asalto.
Casi todos los países de la región tienen controles bastante estrictos contra el flujo de armas y entonces se trata generalmente de armas adquiridas en Estados Unidos, puede que legalmente, o también se trata de armas que se usaron en las guerras civiles (centroamericanas) en los años 80.
También pueden ser armas que llegan a la región por vía marítima hacia, por ejemplo, Panamá que pasan por la frontera y entran en Colombia así.
Usted menciona las guerras centroamericanas. Además de México y Colombia el problema también afecta particularmente a Centroamérica.
Durante las guerras civiles de los años 80 que tuvieron lugar en Nicaragua, El Salvador y Guatemala había un flujo de armas que acabaron en manos de delicuentes, de las maras, que son estas bandas criminales de jóvenes que operan en las calles de varias ciudades de Centroamérica.
¿Puede mencionarse alguna otra región?
Sí. También hay un problema en la llamada Triple Frontera, entre Argentina, Paraguay y Brasil, donde hay mucho tráfico de armas, de drogas y quizás también la existencia de redes y de células que apoyan al terrorismo. Es una región fuera del control del Estado paraguayo.
En el pasado, el ejército brasileño ha montado varias operaciones en la frontera para intentar impedir el flujo de armas allí. Ese es también uno de los puntos geográficos más sensibles del continente.
Hace unos días Colombia y Panamá acordaron reforzar las acciones policiales conjuntas para combatir el tráfico de armas y de drogas. ¿Qué se hace a nivel de cooperación regional para frenar el problema?
El presidente de Estado Unidos, Barack Obama, que estuvo en México a mediados de abril está impulsando ahora una iniciativa para promover un tratado regional hemisférico contra el tráfico de armas.
Esta es una propuesta de ley que ha sido paralizada en el Senado desde hace una década. Lo importante aquí es que hay una resistencia en Estados Unidos contra más controles y esto va a ser una tarea muy difícil para el gobierno.
También en México hubo una conferencia regional para intentar buscar una solución a este tráfico.
Pero se puede decir que mientras exista el tráfico de drogas también existirá el tráfico de armas. Los dos van juntos.
Fuentes:
La Semana
Bibarrola - La Lonchería
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