BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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lunes, 6 de septiembre de 2010

DEFRAUDADORES

UNA COLORADA (vale más que cien descoloridas)

Por: Lilia Cisneros Luján.

Una de las formas más antiguas de organización social, consiste en definir lo que se considera benéfico, productivo y en general positivo para el grupo, frente a lo que daña a sus individuos y por ende el conjunto. Sociedades más desarrolladas que las tribales, asumieron reglas más sofisticas, como el decálogo revelado a Moisés, dentro del cual se encuentran normas como: No hurtarás y no codiciarás. Pero por naturaleza el ser humano, es contumaz y dada su obstinación en el error, la sociedad discurrió castigos, que se han ido agravando en la medida que la rebeldía contra el bien también se refina.

En materia jurídica, hay delitos cuya dificultad probatoria ha dado lugar a la generalización de la impunidad y por ende la corrupción. La violación física por ejemplo, empezó a perseguirse con seriedad como resultado del señalamiento de importantes grupos vinculados con los derechos humanos y; el fraude, apenas está siendo considerado como algo imparable, desde que se ha convertido en una conducta ilícita más temida por las empresas, que el terrorismo, secuestro, sabotaje o robo. El riesgo para cualquiera es muy grande porque el defraudador, casi siempre es educado, servicial y en la más de las veces profesional, lo cual le facilita engañar a los demás ¿Se imagina que sean las organizaciones filantrópicas algunos de los entes más susceptibles de ser defraudadas? De cuando en cuando aparecen personajes ofertando premios, donativos y hasta trabajo voluntario para beneficio de la humanidad, que se hacen de información de la organización, imprimen recibos y sorprenden a personas de buena fe. Pero esto no es lo más grave, sino el hecho de que en organismos como las JAP, se violente la voluntad de los fundadores, para despojar de las propiedades que se han dado en legado, herencia o adquirido con trabajo social. En estos casos -de los cuales conocemos varios- se cumple la premisa de ciertos investigadores acerca del perfil del defraudador: Normalmente se trata de un compañero o funcionario educado, que ayuda a los demás y que pasa inadvertido, porque goza de la total confianza de sus superiores, sus compañeros de profesión y en este caso sus afines del altruismo.

Señalan los teóricos que son tres factores, los que aprovecha o hace a un defraudador: Oportunidad, motivación y racionalización. Existe oportunidad para defraudar, cuando la víctima -persona o la empresa- es visualizada con debilidad. Si se tienen deudas, si los controles internos no son eficaces, si hay una situación de emergencia –por salud, un problema jurídico que resolver, acreedores o hasta empleados que amenazan con demandar etc.- que aprovechan su situación de confianza para maquinar su delito considerando que no habrán de ser detectados o denunciados. ¿Cuántos jefes se han quedado con el cheque de sus subordinados en el sector público o privado? ¿Se puede imaginar el gran número de administradores o contadores que usan o jinetean el dinero de pagos –fiscales o a proveedores- y empresas o personas físicas que nunca pueden recuperar lo robado? La confianza en un mundo globalizado, ha dejado de ser un factor de seguridad para convertirse en la llave que utiliza el defraudador para esquilmarlo aprovechando lo impersonal de operaciones donde la tecnología –tarjetas de crédito, pagos por Internet etc.- se impone.

Cualquiera pensaría que la motivación primordial del defraudador es la presión económica que resulta de un estilo de vida cuyo modelo es el lujo y el dispendio como sinónimos de éxito. Pero también la ambición de poder, el deseo de venganza, el puro sentimiento de dominio, son factores que mueven al defraudador del siglo XXI. ¿Conoce casos de inmuebles de IAP´s que se quedan en el desperdicio solo porque algún funcionario se empeñó en perjudicar a los propietarios que no eran de su agrado? ¿Cuántos litigios se obviarían si estos defraudadores de la sociedad civil, actuaran con un poco de ética, sin complejos de superioridad, por simple avaricia o por “quedar bien” caravaneando con sombrero ajeno como diría mi abuela?

El defraudador racionaliza internamente a tal grado, que se convence a si mismo de que su conducta es la correcta. ¿Tienen los dueños de Mexicana de Aviación algún remordimiento por los miles de pasajeros que se han quedado varados, sin oportunidad de visitar hijos y padres o llevar enfermos a los lugares que habían previsto desde hace muchos meses? ¿Les importó alguna vez el desempleo de pilotos, azafatas y en general, la quiebra de todos lo negocios que han sido afectados por la quiebra de una empresa cuyos vuelos significaban casi la mitad de este servicio en el país?

Como en el caso de todos los defraudadores, los “pseudo empresarios” que adquirieron Mexicana de Aviación en este criminal proceso de privatización que agobia a México, son “gente bonita” cuyas imágenes se publican en las revistas del “jet Set”, son encantadores -pero de serpientes dicen algunos- y sobre todo gozan de una impunidad sin límites. ¿Por qué nadie ha demandado penalmente a los responsables? ¿Por qué las autoridades de perseguir el delito no han dicho esta boca es mía? ¿Por qué frente al fraude las conductas son siempre reactivas y no preventivas o pro activas? Cuando se trata de un individuo, al igual que en la violación física, el grado de vergüenza por haber sido timado o engañado, implica cierta contención que el defraudador o el violador aprovechan a su favor. Otro factor disuasivo para demandar es la certeza de que los investigadores y aun los juzgadores, poco o nada hacen en contra de los delincuentes llamados de cuello blanco, sobre todo si en el fraude mismo están implicados una serie de intereses en las esferas de altos vuelos de la política o la oligarquía. Por lo pronto, olvídese de sus millas frecuenta o sus puntos GO. El lodo del mega fraude de Mexicana, puede convertirse en piedra antes de que alguien sea resarcido.

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