BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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lunes, 27 de septiembre de 2010

EL FACTOR MOREIRA

J Alberto Aguilar Iñárritu

Sin duda, uno de los eventos más importantes en la definición del 2012, será el cambio en la dirigencia del PRI, el próximo 4 de marzo. De como resuelva su 2011, dependerán su fuerza para superar la muralla azul de Los Pinos y la credibilidad de su mensaje de capacidad política. La llave del éxito en sus aspiraciones presidenciales es saber explicar a la ciudadanía cómo sería México si el PRI regresara a Los Pinos y qué podría esperar en los asuntos que más le importan: seguridad, empleo, salud, educación, en fin, certeza de rumbo, gobernabilidad y desarrollo con inclusión. Desafortunadamente para sus objetivos presidenciales, desde 2007 el PRI no lo ha expuesto, y ninguna pasarela bastará para hacerle ganar el referéndum de gobernabilidad del 2012.
El PRI está mejor posicionado que sus rivales, pero mucha de esa ventaja es producto de fracasos y sinsabores a los que nos tienen sometidos los gobiernos azules desde hace 10 años, así como al desenlace confuso de la promesa perredista. En la izquierda sólo quedan la oferta de López Obrador y las fortalezas de Marcelo Ebrad, que deberán encontrar una síntesis inteligible al electorado de los sin partido, o romper y debilitarse. Además, en 2012 no se repetirá la prisa zedillista por entregar el poder; el presidente panista de la república hará hasta lo insospechado para evitarlo, como en su más reciente reunión con su partido. Incluso podrían sacrificar a los suyos si ninguno muestra arrestos de campeón, y en alianza con la izquierda, pondrían un candidato externo que pueda ganar sin dar credibilidad a quienes advierten que en el panorama bicentenario, pulula el fantasma de Fujimori.
El problema del PRI es que la construcción del partido del siglo XXI se ha quedado en proclama e incluso ha sufrido retrocesos. Se han archivado sus documentos básicos, en especial su socialdemócrata Declaración de Principios; se ha mantenido al partido desmovilizado y fuera del debate nacional, sujeto al solitario dicho de su dirigente; se ha permitido que diputados locales voten a favor de criminalizar el aborto y que los federales voten a favor de aumentar el IVA a cambio de conjurar alianzas en el Estado de México. No se han hecho bien las cosas. El PRI es una gran fuerza de experiencia acumulada y voluntad de cambio, la más importante del país que, sin embargo, se halla sometida también, como todos los partidos políticos, a cálculos personales de sus dirigencias, que lo envejecen y le impiden evolucionar. A México le urge un nuevo pacto de poder, de la democracia; el tercer pacto de su historia, porque en 200 años hemos vivido de dos pactos de modernización exitosos: Juárez-Díaz y Obregón-Calles-Cárdenas y este último se agotó en 1982 y los intentos por sustituirlo no fueron capaces de superar la modernización fallida que nos agobia y que nos tiene en la decadencia. El PRI lo puede construir, pero necesita liberarse de ataduras personalistas y grupales e ir a la sociedad.
El PRI es el único partido que sabe lo que es pactar una República; una nueva República como la que necesita el México de la alternancia, capaz de superar esta dañina etapa neo-oligárquica. El PRI es el partido mejor preparado para conformar un nuevo bloque mayoritario de gobierno eficaz, capaz de alcanzar los resultados positivos que demanda nuestra gran nación. Sin embargo no lo va a lograr con más de lo mismo, debe comenzar por oxigenar su interior. Necesita abrir los espacios internos y aceptar el reemplazo de una generación que ya cumplió su ciclo y cuyos métodos distan mucho de ser consistentes con los requerimientos de la modernidad perdida que a México le urge reencontrar.
Aquí es donde aparece el factor Humberto Moreira, comprometido en la definición socialdemócrata del partido; un militante probado y combativo que creció desde abajo y por fuera de las etapas malogradas del priísmo nacional: la crisis del antiguo régimen en 1982, el rompimiento de Muñoz Ledo y Cárdenas en 1987, y la crisis de la modernización fallida en 1994; incluso respecto de la pérdida del poder en 2000. Hasta hace unos días, el panorama sucesorio de la dirigencia del PRI se reducía a los mismos. Hoy, Moreira representa una alternativa cercana a la base equidistante entre los aspirantes a la candidatura del 2012. La nueva dirigencia deberá abrir el monolito de Insurgentes norte para conciliar al PRI. Su reto será movilizar e incluir para que todos los priístas tengan un lugar en el cambio que encabece quien esté mejor posicionado, y entonces pactar con la sociedad una propuesta compartida, propia del siglo XXI. Bienvenida su posibilidad.

josealbertoaguilar@terra.com.mx
Político y escritor

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