jueves, 21 de octubre de 2010
JERICÓ Y LAS COINCIDENCIAS
Conrado García Jamin
El sacerdote Jesuita Braulio Manzano escribió allá por 1988 un ensayo sobre Jericó, la ciudad bíblica y comienza así: La vida vegetal estalla más que irrumpe cuando se llega a Jericó desde el Desierto de Judá por el norte o por el oeste, y desde la hondonada del Mar Muerto por el sur. Ciudad de la Luna y también de los Perfumes son poéticas significaciones que se atribuyen a su nombre. Se preferirá la denominación que se le da en el Antiguo Testamento: Ciudad de las Palmeras (Dt 34,3). Estas admiran por la plétora en troncos, ramas y frutos.
Abundando en el tema y del mismo autor, me detengo en el hecho de que la Jericó formal de los sinópticos, es decir, la Jericó de tiempos de Jesús, comprendía la ciudad antigua y la contemporánea, distinguiéndose todavía en la segunda la del poblado y la monumental.
Los términos evangélicos de "acercarse, entrar, atravesar y salir", reclaman y autorizan la distinción. Esos verbos se han de situar en la Jericó de entonces.
Aquí es donde comienzo con la analogía y las coincidencias, extrañas como deben ser.
La capital de Coahuila, o sea Saltillo, tiene como alcalde a un hombre llamado Jericó de apellidos Abramo Masso. La ascendencia familiar proviene de aquellas tierras de medio oriente, al igual que éste articulista.
Y desde que comenzó a administrar la ciudad, el primer día del primer mes del 2010, se ha preocupado por que se borre la imágen de que se trata de una comunidad para "acercarse, entrar, atravesar y salir", como la cita del autor jesuíta.
Cada día se observan cambios notorios en todos los sectores y son comentados por propios y extraños. Los que en Saltillo radican y los que pasan.
La Jericó actual vendría a alzarse en el siglo XVI sobre las ruinas de la judeo-romano-bizantino-cruzada. En 1848 era, según Mislin, un pueblo de cuarenta cabañas, para los que vivían del pillaje y con abundancia de escorpiones negros en las cercanías. Favorecida por el cruce de caminos y la excepcional fertilidad del suelo, se reavivó durante el protectorado inglés y la administración jordana.
Un reto similar recibió Jericó, el alcalde de Saltillo, cuando protestó el cargo y no me refiero precisamente a la plaga de escorpiones, aunque ganas no me faltan. La buena administración se sembró en tierra fértil.
Pero algo ocurrió con la Jericó que nos relatan los textos bíblicos. Los arqueólogos encontraron evidencia de una gran destrucción por fuego exactamente como la Biblia menciona. Kenyon escribió en su informe de la excavación: «La destrucción fue completa. Las paredes y pisos estaban teñidos de negro o se enrojecieron por el fuego y cada cuarto estaba lleno de ladrillos caídos, maderas, y utensilios de casa; en la mayoría de los cuartos las ruinas caídas estaban completamente quemadas».
¿Qué ocasionó que las sólidas paredes de Jericó se derrumbasen? La explicación más lógica es un terremoto. Pero la naturaleza de aquel terremoto fue inusual. Golpeó de semejante manera que permitió que una porción de la pared de la ciudad en el lado norte del sitio permaneciera en pie, mientras que en todas las otras partes la pared se cayó.
Hay una palabra empeñada por Jericó, pero el alcalde, en su toma de protesta: “Saltillo estará a la altura de su historia y a la altura de su gente; tuve la oportunidad de trabajar de forma muy cercana con el Gobernador Humberto Moreira, quien me enseñó que el servicio público es aprendizaje permanente, con él aprendí lo que se debe hacer, aprendí a trabajar con humildad y honradez”.
Eso significa que la ciudad de Jericó -Saltillo- no sufrirá la suerte de la población en que Jesús devolvió la vista a un ciego.
Es decir, aquí hay otra extraña coincidencia: en Saltillo, ciudad de ciegos que se niegan a ver, Jericó Abramo les está regresando ese valioso sentido para que disfruten de su ciudad que cada día es mejor entre las mejores.
Tantas coincidencias y las otras que me reservo, me obligan a comentar la profecía que aparece en el Libro de Josué, acerca de una terrible maldición sobre la ciudad Jericó y quienes la reconstruyeran.
Pero en Saltillo, un hombre llamado Jericó, reconstruyó la capital en muchas partes destruída u olvidada por una burocracia federal que cumple a cuentagotas su encomienda y que ya la andaban borrando del mapa.
Lo dicho aquí parece un juego de palabras o una serie de extrañas coincidencias, pero lo que es cierto es un hecho: Saltillo reclama su lugar en la historia y en la geografía política y económica de México.
Saltillo no es Jericó la ciudad derruída, pero tiene un alcalde del mismo nombre que la está dignificando.
Saltillo a final de cuentas, somos todos...
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Muy cierto, el alcalde Jericó a demostrado que es una persona entregada y dispuesta a que la ciudad cambie de nombre de la ciudad de ciegos que se niegan a ver y lo está logrando, esta administración sigue los ejemplos del Gobernador Moreira y está cambiando de imagen a la ciudad, haciendola mas bonita y de interes para empresas grandes que vienen a generar empleo, ademas de los programas productivos que tienen la administarción. Muy bien, es lo que necesitaba esta ciudad, sin duda alguna, el alcalde Jericó pone el ejemplo al resto de los alcaldes en el Estado.
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