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martes, 22 de noviembre de 2011

Adiós a Daniel Sada: un autor que honraba a la palabra


Dueño de una geografía literaria las más de las veces solitaria y agreste, Sada se despidió muy acompañado por familiares y amigos que, sin dejar de reconocer al escritor, destacaban al ser humano.

Había nacido en Mexicali, pero su niñez la pasó en Sacramento, Coahuila, en medio del desierto, donde solía entretener el vacío con una imaginación que ya comenzaba a reflejarse: al oscurecer, sentaba a sus hermanos frente a un cajón de madera, al que ponía un telón de manta para cubrir a unas figuras que se convertían en protagonistas de relatos, iluminados apenas con la ayuda de unas velas, “historias que después llegaban a sus libros”, cuenta Roberto Armando, al momento de evocar los momentos con su hermano mayor: Daniel Sada Villarreal.

La noche del viernes falleció el narrador, nacido en Mexicali, Baja California, tras un infarto resultado de los problemas renales que lo aquejaban desde hace varios años y que, incluso, llevó a escritores, pintores, familiares y amigos a organizar colectas para contribuir en la recuperación de quien “entendió el lenguaje como un organismo vivo”, en palabras de Juan Villoro.

Tenía 58 años de edad y el mismo día en que se hacía oficial que había obtenido el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el rubro de Lingüística y Literatura, decidió que había llegado el momento, “siempre estuvo lúcido y su tema era la escritura, era su vida, hasta el último momento habló de sus proyectos literarios”, compartió su viuda, Adriana Jiménez.

“Siempre pensaba en historias, en lo que él llamaba su paisaje interior, muy rico y que le ayudó mucho en sus últimos días, porque lo conducía a un grado de introversión muy grande que lo tranquilizaba en medio de todo lo difícil que esto fue.”

Daniel Sada es autor de títulos como Juguete de nadie y otras historias, Registro de causantes, Una de dos, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Ritmo Delta, Casi nunca y la más reciente, A la vista, aunque en España ya está en proceso la publicación de la novela El lenguaje del juego, “pero entre sus cosas aparecerán, sobre todo sus poemas, que sé dónde están”, agregó Adriana, mientras muy cerca de ella estaba una mujer a la que se le había ido su hijo mayor, Moraima Villarreal, “mi hijo adorado: era un amor conmigo y con todos”, decía entre lágrimas esa madre destrozada.

Un gurú literario

A la agencia funeraria llegaron familiares, amigos, discípulos y alumnos a despedirse de Daniel Sada, incluso con música interpretada por el Ensamble Coral In Arsis: entre los personajes conocidos Tedi López Mills, Héctor Carreto, Hugo Hiriart, David Huerta, Martín Solares, Víctor Manuel Mendiola, Claudia Guillén, Ana María Jaramillo, Eduardo Antonio Parra, Eduardo Lizalde o Juan Gelman, para quien la pérdida de Sada no tiene fondo, la partida de “un gran escritor, cuya su escritura es la única comparable a la de Lezama Lima. Murió joven y tenía mucho por dar todavía”.

De acuerdo con Juan Villoro, Daniel Sada fue un escritor notable y un excepcional compañero de generación: un hombre que venía del norte, cargado de experiencias en el desierto y la frontera y sembró palabras en un horizonte de escasez.

“Entendió el lenguaje como un organismo vivo. En tiempos de una literatura descafeinada nos invitó al gran banquete del idioma. La valentía y la audacia de su escritura seguirán creciendo con el tiempo.”

La primera imagen que tiene Eduardo Antonio Parra de Daniel Sada viene de 1992, jugando futbol con unos niños en la Plaza de Guadalupe, Nuevo León; años de conocerlo que lo llevan a definirlo como el gurú de un grupo que se formó con el paso de los años.

“Daniel es un escritor de altísima calidad, con un estilo tan personal que va a quedar como un escritor único en la historia de la literatura mexicana, porque nadie ve el mundo como él, con ese sentido del humor, de la tragedia y con esa ingenuidad y malicia al mismo tiempo. Definitivamente era el escritor que mejor dominaba la lengua española de este país.”

Para Juan José Rodríguez, Sada recreo un idioma, toda una literatura y “crió varias generaciones de narradores y lectores. Nunca le tuvo miedo a las palabras y sabía sacarlas de la chistera y llenarlas de burujos verbales, jaculatorias y señales, con la maestría de un sacerdote oficiando a la par de José Lezama Lima o un Alejo Carpentier.”

Los restos del escritor fueron velados en la agencia García López de la Zona Rosa, donde fueron cremados, con la idea de llevar sus cenizas al pueblo donde transcurrió su infancia: Sacramento, Coahuila. Una forma del retorno que Daniel Sada reflejó en toda su literatura.

El homenaje, en enero

••• La presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Consuelo Sáizar, anunció que el 15 de enero se llevará a cabo un homenaje a Daniel Sada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, como una manera de reconocer a quien pertenece a una constelación de “formidables narradores mexicanos”.

“Un hombre reconocido desde muy joven como alguien que honraba a la palabra, por autores como Juan Rulfo y Carlos Monsiváis: alguien que consagró su vida a la escritura, a la lectura y a la enseñanza de las letras.”

Desde la perspectiva de Álvaro Uribe, no hay que olvidar que se debe ser persona antes que escritor, y resulta muy lamentable que “una persona tan cálida y tan generosa como Daniel se haya muerto. En mi caso el efecto es doble, porque soy de la misma edad de Daniel y es el primero de mi generación que se muere, y también el primero en ganar el Premio Nacional, que no pudo gozar por quién sabe qué tejes y manejes de la política mexicana”.


México. Jesús Alejo / MILENIO

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