Rosa Esther Beltrán
El próximo lunes 21, los católicos de las distintas regiones que conforman la Diócesis de Saltillo se reunirán en el Auditorio del Parque Las Maravillas para, a través de un festival comunitario de diálogo y deliberación, reiniciar ese peregrinar que comenzó hace ocho años, cuando se asumió el proyecto de renovación que culmina ahora con un nuevo plan diocesano, mediante el cual la Iglesia local quiere responder a los desafíos de una realidad que demanda y exige organización para la acción y para acelerar el proceso de cambio social hacia el futuro.
A través del método de prospección que reflexiona el presente y actúa sobre él, el Plan de Renovación propone salir a las calles, tocar puertas y hacerles saber y sentir a las personas que tenemos una dignidad, no se trata de llenar la Iglesia, sino de llevar la Iglesia a todos los hogares, a todas las personas y a todos los ambientes.
Según plantea el Plan de Renovación, se trata de impulsar la formación de pequeñas comunidades en todos los sectores para que “la Palabra de Dios llegue hasta tu casa y toque las fibras de tu familia. Multiplicar los mensajeros que acompañen a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes en la búsqueda de Dios”, propone fray Raúl Vera, obispo diocesano.
En efecto, don Raúl y sus equipos han realizado un trabajo hormiga que se verá coronado este lunes con un diálogo que se propone obtener el diagnóstico diocesano para detectar cuáles son las luces y las sombras, debilidades y fortalezas para emprender un camino con objetivos y criterios comunes a fin de labrar el rostro de una Iglesia fraterna, solidaria y misionera, proponen.
Con el nuevo Plan de Renovación se proyecta ayudar a las familias en sus problemas, en sus tristezas y en sus luchas; organizar el servicio a los enfermos, a los pobres y necesitados; ayudar a los jóvenes a descubrir su lugar en la vida; atender adecuadamente a todos los fieles mediante la catequesis; restaurar el tejido de la cordialidad entre vecinos que se ha roto por el individualismo y la desconfianza, el miedo y la inseguridad.
La tarea parece formidable, porque en gran medida la Iglesia Católica se ha negado a abrir puertas y ventanas para ventilar la casa, como un día lo propusiera el papa Juan XXIII; el trabajo se antoja desafiante porque las resistencias más fuertes, muy probablemente se encuentran adentro, entre un buen número del clero y católicos que prefieren vivir instalados en la comodidad de lo conocido que emprender el tránsito hacia nuevos compromisos.
Sin duda, don Raúl Vera es uno de los obispos más progresistas de México, por eso resulta incómodo para muchos clérigos y católicos, no obstante, sin bajar la guardia, lentamente ha colocado sobre la mesa temas como la defensa de los derechos humanos, la de los migrantes, de las y los internos en reclusorios, los obreros, en fin, los grupos vulnerables que antes eran invisibles y discriminados.
Resulta evidente que la comunidad católica en Coahuila ha ido disminuyendo paulatinamente mientras que otras iglesias, los ateos y sin religión han ido en aumento.
Según los datos del Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 1990 los católicos representaban el 92.8 por ciento de la población coahuilense; en el censo del 2000, el porcentaje de católicos disminuyó al 86.4 por ciento y en 2010 sólo representaban el 81.7 por ciento, un porcentaje aún más bajo que el nacional.
En cambio, en el 2000 aumentaron los de otras iglesias y ateos al 6.8 por ciento y para el 2010 alcanzaron ya el 10.2 por ciento de los coahuilenses.
Los datos muestran el reto que la Iglesia Católica tiene enfrente: o cambia o seguirá en retroceso.
Posdata
En diciembre pasado comenté en Horizonte Ciudadano el conflicto que se presentó en el ejido Minas de Barroterán, en donde la empresa Minera del Norte, con la anuencia de la Dirección General de Minas, ocupó los terrenos ejidales, despojando a los pobladores de su sustento, proveniente de la agricultura y la ganadería. Pues bien, esta semana la defensoría me comunicó que “el Juzgado Tercero de Distrito del Octavo Circuito, con sede en la ciudad de Piedras Negras, admitiera la demanda de amparo y con fecha 8 de marzo de 2011, tuvo a bien CONCEDERLE AL EJIDO MINAS DE BARROTERÁN, LA SUSPENSIÓN DEFINITIVA DE LOS ACTOS RECLAMADOS”.
Cuando triunfa la justicia en este país, una luz de esperanza nos inunda. (Vanguardia)
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