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jueves, 20 de enero de 2011

EL GRAN NEGOCIO DE ARMAS Y SU CULTURA DE LA MUERTE


Alfredo Jalife-Rahme/La Jornada
Desde la cárcel iraquí de Abu Ghraib hasta Arizona, Estados Unidos ha mostrado ser un país gravemente enfermo y su principal patología es la violencia doméstica y global que exacerba su nada boyante estado de salud mental, cuando “la mitad de sus adolescentes cumplen los criterios de un trastorno mental” (AFP, 14/10/10) y “Uno de cada cinco adultos padeció una enfermedad mental en 2009″ (CNBC, 18/11/10). Tal es el entorno de Jared Lee Loughner, multihomicida juvenil de Arizona y presunto sicópata.
Hace cuatro meses el ex presidente Carter había advertido que “Estados Unidos estaba más polarizado que durante la Guerra Civil” (prisonplanet.com, 21/9/10).
El nivel de violencia ha infectado a los políticos (el caso de la furibunda amazona Sarah Palin es para manicomio), a sus comentaristas y a sus multimedia, donde descuella Fox News, consagrado a los tambores de guerra domésticos y globales.
El blog de Stephen Gandel en la revista Time (19/10/10) se alarmaba de que las medidas monetaristas de Ben Shalom Bernanke, gobernador de la Reserva Federal, pudieran provocar una guerra civil al favorecer unilateralmente a la plutocracia.
No se debe imputar únicamente a la supuesta insanidad mental del joven desempleado (un clásico nini gringo) de 22 años como factor primordial de su multihomicidio, sin considerar su medio circundante en Arizona, que exhibe una desconcertante desregulación en la venta de armas de alto poder, que pueden ser portadas hasta en los bares, al unísono de la mayor regulación a los migrantes mexicanos y latinos.
Arizona es un estado política y mentalmente enfermo. Su gobernadora, Jan Brewer, epitomiza la misantropía y el racismo mexicanófobo, mientras su senador John McCain, fracasado ex candidato presidencial por el Partido Republicano, durante su campaña se puso a bailotear (literal) con el cántico bélico “bombardeemos, bombardeemos Irán”. Este es el entorno ultrabélico donde fue criado y creado Jared Lee Loughner.
La misma representante Gabrielle Giffords, del Partido Demócrata, estaba a favor de la desregulación de las armas y, por desgracia, fue víctima de su credo.
Por enésima vez han sido puestos en la picota la cultura de la muerte y el culto fálico a las armas en manos civiles por la poderosa Asociación Nacional del Rifle –que, con el lobby israelí AIPAC, constituye uno de los principales grupos cabilderos de presión en Estados Unidos–, muy cercano al Partido Republicano y a la ideología racista WASP (blanco protestante anglosajón). Este también es otro entorno violento de Jared Lee Loughner.
Una pesadilla es la posesión obsesiva de 270 millones de armas en Estados Unidos para una población de 310 millones, lo cual no tiene parangón (Small Arms Survey, 2007) y se ha vuelto, a nuestro juicio, un asunto pandémico de salud pública y una amenaza a la seguridad planetaria.
Detrás de los hidrocarburos y el narcotráfico, el negocio de la venta de armas es el tercero más lucrativo del planeta: supera los 1.5 billones de dólares, lo cual corresponde a 2.7 por ciento del PIB global (Anup Shah, “World military spending”, globalissues.org, 7/7/10).
La distribución global del gasto militar en 2009 coloca en un insuperable primer lugar a Estados Unidos con 46.5 por ciento del total, seguido muy lejos por China (6.6), Francia (4.2), Gran Bretaña (3.8), Rusia (3.5), “los siguientes 10 países combinados” (20.7) y “el resto del mundo” (14.7 por ciento). Esto es muy discutible ya que Estados Unidos gasta en realidad el doble de lo presupuestado (más de 1.2 billones de dólares, es decir, 12 veces más que China), que oculta mediante artilugios contables en el rubro de investigación y desarrollo. Este es el entorno global bélico de Jared Lee Loughner, oriundo de Tucson.
Según SIPRI Arms Industry Database, las 100 principales trasnacionales productoras de armas en el mundo (“top 100″) incrementaron sus ventas y alcanzaron 385 mil millones de dólares en 2008, cantidad que equivale al PIB de 105 países en vías de desarrollo.
De las 20 primeras trasnacionales proliferadoras de la muerte, 16 son apabullantemente anglosajonas: dos británicas (BAE Systems y Rolls Royce) y 14 estadunidenses (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics, Raytheon, L-3 Communications, United Technologies, SAIC, KBR/Halliburton, Computer Sciences Corp., Honeywell, ITT Corporation, AM General y Navistar).
Los seis primeros lugares de ventas anualizadas, en orden descendente, son anglosajones: la británica BAE Systems (que carga a cuestas el pestilente escándalo “Al-Yamamah” y que realiza la mitad de sus ventas en Estados Unidos) con 32 mil 420 millones de dólares; y las estadunidenses Lockheed Martín (29 mil 880 millones), Boeing (29 mil 200 millones), Northrop Grumman (26 mil 90 millones), General Dynamics (22 mil 780 millones) y Raytheon (21 mil 30 millones).
Solamente estas seis trasnacionales anglosajonas detentan 161 mil millones de dólares, 42 por ciento del total.
En el 2008, los fabricantes de armas de Estados Unidos produjeron 1.4 millones de pistolas, 432 mil revólveres, 1.6 millones de carabinas, 753 mil fusiles y 176 mil de otro tipo de armas de fuego. De este apabullante total de 4.36 millones de “pequeñas (sic) armas”, según una muy cuestionada definición, solamente fueron exportadas 245 mil (5.6 por ciento del total y cuyo principal mercado es México), es decir, el uso es prácticamente doméstico.
Las armas de fuego son responsables de 30 mil muertes cada año en Estados Unidos (¡le ganaron al genocidio de Calderón, hoy su principal socio latinoamericano!): la mitad por suicidios y más de 10 mil homicidios (lorientlejour.com, 10/1/11).
¿Y los heridos? De acuerdo con Brady Campaign, que aboga por su regulación y/o su abolición, 300 personas son heridas o asesinadas cada día (¡súper sic!) por una arma de fuego en Estados Unidos, entre ellos 67 menores de edad.
Armeros sedientos de ganancias
Supuestamente desde 1994 –lo cual se volvió sumamente laxo en 2004, en la etapa bushiana de la hollywoodense “Seguridad del Hogar”–, una ley federal obliga a los armeros a verificar los antecedentes de los adquirientes y prohíbe su compra a criminales condenados, toxicómanos, autores de violencias conyugales y a individuos con deficiencias mentales (whatever that means).
Con tantas limitaciones teóricas, las ventas deberían ser mínimas, pero sucede que los armeros sedientos de ganancias no son nada estrictos en la aplicación federal que puede ser modificada por una legislación estatal muy laxa, como son los casos específicos de Arizona y de Jared Lee Loughner, quien con inquietante facilidad adquirió en una tienda de deportes (sic) su ametralladora con 30 balas, pese a su presunta sicopatía.
La gravedad del asunto es que la laxitud paranoica y lucrativa de Arizona ha infectado a su vecino México, donde 70 por ciento de las armas capturadas fueron adquiridas principalmente en tres estados: Texas, California y Arizona (El Paso Times, 1/11/10).
¿De dónde proviene el otro 30 por ciento, cuya gran parte es presuntamente provista por Israel a los cárteles de la droga mexicanos, según Stratfor?
Por cierto, Houston es el primer lugar abastecedor de armas a los cárteles mexicanos (Houston Chronicle, 4/1/11), que son “compradas legalmente (sic) y luego transportadas en forma clandestina en la frontera” (“La globalización del crimen”, UNODC, 2010).
Lo peor: la cultura de la muerte y la enfermedad global de Estados Unidos y doméstica de Arizona han alcanzado al “México neoliberal calderonista”, hoy más itamita que nunca. ¡Viva el lucro letal!

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