BLOG DE ANÁLISIS Y PERIODISMO PROPOSITIVO

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domingo, 16 de enero de 2011

EL GRAN DICTADOR

La frase que aparece bajo el nombre de éste Blog, fue tomada del emocionante discurso que es eje principal de la pelicula clásica que les dejo para su deleite.





Título original: The great dictator
Dirección, producción y guión: Charles Chaplin (Estados Unidos, 1940)
Fotografía: Karl Struss y Roland Totheroh
Música: Meredith Wilson y Charles Chaplin
Dirección artística: J. Russell Spencer
Montaje: Willard Nico
Interpretación: Charles Chaplin (El barbero judío / Adenoid Hynkel, dictador de Tomania), Paulette Goddard (Hannah), Jack Oakie (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), Reginald Gardiner (Schulz), Henry Daniell (Garbitsch), Billy Gilbert (Herring), Maurice Moscovich (Señor Jaeckel), Emma Dunn (Señora Jaeckel), Bernard Gorcey (Señor Mann).
Duración: 124 minutos




El gran dictador es la primera película hablada de Charles Chaplin, y el film con qué este actor y director se adentra en los terrenos realistas y dramáticos que caracterizarán buena parte de su obra posterior. Siguiendo la línea iniciada con su anterior película, Tiempos modernos (1935), una crítica al maquinismo y a la mecanización de la sociedad, Chaplin se enfrenta en esta ocasión a un de los temas más dramáticos y preocupantes de la época, el auge de los regímenes totalitarios y la expansión del fascismo a Europa. Y lo hace desde una postura carente del más mínimo rastro de ambigüedad, con convicción y contundencia, una actitud que le provocaría muchos problemas, puesto que los Estados Unidos mantenían en aquel momento una posición neutral respeto al conflicto (1). Pese a las coincidencias que se establecen entre la película y el desarrollo de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar de manera casi paralela (la invasión de Ostelrich por parte del ejército de Tomania y la invasión alemana de Polonia, por ejemplo), el origen de film se remonta al año 1938. Chaplin, que estudió el dictador alemán Adolf Hitler durante cerca de dos años, definió el proyecto como un cóctel de drama, comedia y tragedia que retrataba la silueta grotesca y siniestra de un hombre que se cree un superhéroe y que piensa que sólo tienen valor su opinión y su palabra. El cineasta, de hecho, utiliza la figura de Hitler para realizar una brillante parodia de todas y cada una de las ideas políticas, culturales, sociales y económicas del nazismo, des la superioridad de la raza germánica hasta la sumisión incondicional del individuo a la comunidad, pasando por el antimarxismo y el antisemitismo (2).
Hynkel, el dictador de Tomania, es presentado como un hombre egoïsta, infantil, inseguro, incapaz de tomar decisiones de ninguna clase y todavía menos de gobernar un país: la bola del mundo con la que juega en una de las escenas más memorables del film, que acaba explotando, física y simbólicamente, en sus manos. Pero Hitler no es el único personaje de carne y hueso que inspiró a Chaplin: el dictador de Bacteria, Benzino Napoloni, está inspirado en el dictador fascista italiano Benito Mussolini. Garbitsch (del inglés garbage: basura), secretario del interior y ministro de propaganda de Hynkel, está inspirado en Joseph Paul Goebbels (1897 - 1945), ministro de educación popular y propaganda del gobierno nazi, y el Mariscal Herring evoca al Mariscal Hermann Wilhelm Göring (1893 - 1946), responsable de las fuerzas aéreas y uno de los máximos dirigentes de la Gestapo, los servicios secretos alemanes. La cruz gamada de los nazis, al mismo tiempo, aparece transformada en una doble cruz aprovechando un juego de palabras anglosajón que implica la idea de estafar.

Una historia dual

Chaplin adopta desde el principio una estructura dual, mostrando de mananera paralela las actividades del dictador Hynkel y sus colaboradores en la sede del gobierno de Tomania y las peripecias del barbero judío en su regreso a casa tras pasar muchos años en un hospital militar. Esta dualidad sirve al actor y director para parodiar el gobierno fascista y totalitario y, a la vez, para mostrar las pobres y miserables condiciones del gueto judío, atacado regularmente por las fuerzas de asalto del régimen. Pero a diferencia de Hynkel, que basa toda su fuerza en la palabra, el personaje del barbero judío, mucho menos trabajado que el del dictador, juega también un papel clave en el contexto de la filmografia de Chaplin, puesto que representa una clara evolución del personaje que hasta entonces había protagonizado la práctica totalidad de su obra, Charlot, el vagabundo ingenuo y solitario. El personaje del barbero, igualmente solitario y inocente, prácticamente no habla a lo largo de la película y, cuando habla, sus palabras no tienen el menor asomo de relevancia con respecto al desarrollo de la acción. En el momento decisivo de la historia, el discurso final, el personaje se transforma en el verdadero Charles Chaplin (El gran dictador, como ya hemos apuntado, es su primera película hablada), que lanza un canto a la esperanza tan optimista como desesperado. Charlot, alter ego de Chaplin en sus películas anteriores, ha muerto.

Un canto a la esperanza

El gran dictador, más que una crítica al fascismo y a los gobiernos totalitarios, más allá de la parodia / caricatura grotesca que propone de los gobiernos de Adolf Hitler y Benito Mussolini, es un canto a la esperanza, un canto a la democracia, la paz y la libertad. El mensaje del film, claro y contundente, es subrayado por Chaplin en el mítico discurso final, organizado para celebrar la anexión de Ostelrich a Tomania. El dictador Hynkel es confundido con el barbero judío por sus propios hombres (los dos personajes son interpretados por Chaplin), y este, tras el discurso del ministro de propaganda Garbitsch - "Hoy en día, democracia, libertad y igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas, que le apartan del camino de la acción. Por esto las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia" - se ve obligado a dirigirse a una audiencia de millones de personas: "Nos hemos de ayudar los unos a los otros, los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar nadie. En este mundo hay sitio para todo el mundo (...) El camino de la vida puede ser libre y bonito, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos: el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad, más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo. (...) La desgracia que padecemos no es nada más que la pasajera codicia y la amargura de los hombres que tienen miedo de seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que tomaron al pueblo será reintegrado al pueblo y así, mientras el hombre exista, la libertad no desaparecerá".
El contexto político de la época impediría que este contundente mensaje de paz y libertad llegara dónde tenía que llegar: la película sería prohibida de manera fulminante en Alemania (Hitler ya había prohibido de manera explícita las películas de Chaplin en el año 1937), Italia y todos los países ocupados por estas dos potencias, y tampoco se estrenaría en Brasil, Argentina y Costa Rica, entre otros países. En España, la película permanecería prohibida hasta en el año 1976. Tras el sangrante desarrollo de la segunda guerra mundial y de las atrocidades cometidas por el régimen nazi en los campos de concentración, Chaplin matizaría sus palabras y la verdadera intención de la película en sus memorias (publicadas en el año 1964): "Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis; no obstante, estaba decidido a ridiculitzar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura".

(1) Francia y Gran Bretaña habían declarado la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, dos días después de la invasión de Polonia por parte del ejército nazi (y pocos días antes del inicio del rodaje de El gran dictador). Entre los meses de mayo y junio de 1940, Alemania invadiría Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia. Italia entraría en guerra el 10 de junio, iniciando poco después la invasión de Egipto. El gran dictador se estrena el 15 de octubre de 1940 en medio de fuertes presiones y críticas, pero se convierte de manera inmediata en un gran éxito de crítica y público. Los Estados Unidos no entrarán en el conflicto hasta el diciembre de 1941, tras el bombardeo de la base de Pearl Harbour por parte del ejército japonés, aliado de Alemania en el Pacífico. 
(2) El antisemitismo fue una de las constantes principales del régimen nazi, que acusaba al pueblo judío de todos los males que padecía Alemana tras la primera guerra mundial, así como de los excesos del capitalismo y de la difusión de los ideales liberales y socialistas. el origen de esta corriente intelectual racista, fruto tanto del nacionalismo exacerbado propio de la época como del integrismo cristiano, se remonta a principios del siglo XIX. En esta época, los judíos fueron brutalmente perseguidos en Rusia, acusados de infieles, y fue constituída en Francia la llamada Liga Antisemita. Tomando como base el factor racial, no el religioso, el antisemitismo arraigó profundamente en Alemania: Adolf Stoeckler, fundador en 1874 del Partido Socialcristiano de los Trabajadores, convirtió el antisemitismo en programa político, impulsando la celebración del Primer Congreso Antisemita (Dresde, septiembre de 1882). Desde el mismo año de su llegada al poder, en el año 1933, Hitler promulgó leyes discriminatorias y vejatorias contra el pueblo judío, las más importantes de las cuales son las Leyes de Nuremberg (septiembre de 1935), que preveían la división de los habitantes del Reich en tres diferentes categorías y la protección del pueblo y del honor alemán. El régimen nazi llevó más lejos que nadie su odio hacia al pueblo judío: al poco del inicio de la segunda guerra mundial, Hitler ordenó el exterminio sistemático de los judíos en los campos de concentración alemanes, la llamada "solución final", provocando, hasta en el año 1945, la muerte de cerca de seis millones de personas. 
Fuente: Edualter.org

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